Hay dos tipos de valientes, los que no se lo piensan y darían su vida por ayudar a quien estuviese necesitando ayuda y los otros, los valientes hijos de perra cobardes que abusan del débil, como ocurrió hace unos días en una barriada de Algeciras, donde todos pudimos ver por la grabación de una cámara de seguridad cómo un tiparraco molía a golpes a una señora mayor para robarle el bolso. Sin adjetivos me quedo para catalogar a este despojo. Y si digo lo que pienso en voz alta, voy preso, no hay excusa para tal asqueroso acto ni perdón por mi parte. El lugar idóneo para estos sinvergüenzas es entre los muros de la cárcel, pero para siempre. Basta de buenismos y de culpar a la sociedad de sus actos, no deben ni pueden quedar impunes. Penas más duras en concordancia con la gravedad de sus hechos, que no se vayan de rositas. Ya está bien, que no estén en la calle estos cerdos acumulando noventa detenciones anteriores. Como dijo Séneca: "El que no quiera vivir entre justos, viva en el desierto". Lo demás son tonterías.

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