La trivialización de lo religioso

'El novio de la muerte' lo estrenó Lola Montes, en el Vital Aza de Málaga, el día 20 de julio de 1921

La Semana Santa ha alcanzado unos niveles de inserción social que no son imaginables desde la óptica de un Estado laico en el que algunos sectores políticos tratan de conseguir, con muy poco éxito, desde luego, que cualquier exhibición religiosa sea alejada de las manifestaciones públicas. Las autoridades que tienen una cierta inteligencia y algún conocimiento de la realidad, han asumido, que la religiosidad popular es un asunto profundamente arraigado en el sentimiento de la gente. He escrito muchas veces contra actos paganos como lo son la colocación de medallas, bandas o escudos en las imágenes religiosas. Y contra nombramientos de alcaldes o alcaldesas, por lo general perpetuos, otorgados a advocaciones marianas o de la figura de Jesús de Nazaret. Pero guardo una cierta tolerancia con el simbolismo de reconocer la fuerza de la devoción con acciones que no son de naturaleza religiosa, pero que el sentir popular asocia con los personajes ligados a esa naturaleza. La jerarquía católica está, no obstante, permitiendo que se sublime hasta el paroxismo el valor de las imágenes.

Hay que tener cuidado con estas cosas, y ese cuidado no pueden tenerlo más que las autoridades civiles que se tratan con las eclesiásticas contando con la colaboración necesaria de las hermandades y cofradías. Todas ellas tienen mucho que ver con la trivialización del hecho religioso. En Algeciras, sin ir más lejos, está empezando a observarse que el lunes, lo de menos es la procesión, lo verdaderamente notable es ver a la legión desfilando, haciendo juegos malabares, nada menos que con armas de fuego, o cantando lo de El novio de la muerte, que es un cuplé que popularizó la bellísima actriz y cantante madrileña (de Lavapiés, 1898-1983) Mercedes Fernández González, que adoptó al hacerse cupletista el nombre de Lola Montes, el mismo que adoptara una famosísima y legendaria bailarina irlandesa, Elizabeth Gilbert (1821-1861), amante de Liszt y de Alejandro Dumas, en cuyos brazos cayó rendido Luis I de Baviera.

El novio de la muerte lo estrenó Mercedes, o Lola, en el teatro Vital Aza de Málaga, el día 20 de julio de 1921, y poco después, en Melilla. Ella misma contó muchos años después que fue la duquesa de la Victoria, directora de los hospitales de la Cruz Roja en Marruecos, la inductora de que lo volviera a interpretar en Melilla, en donde tuvo un éxito impresionante. Pues ya ven, ahora, ese cuplé casi centenario ya compite con ventaja con la música sacra.

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