Y aún asimilando el pasado Domingo de Ramos donde las dos cofradías que harían estación de penitencia en nuestra ciudad se vieron afectadas por la lluvia, me gustaría dedicar estas líneas a ambas Hermandades así como a todas aquellas que se han visto afectadas durante esta Semana Santa y a las que algún día en su historia padecieron esta situación.

Con la primavera igual que llega el olor a azahar e incienso, llega el tiempo inestable. Cada año los cofrades miramos al cielo con cierta incertidumbre con la esperanza de encontrarlo soleado y éste en ocasiones no llega.

Son muchos días de trabajo de los hermanos para que ese día sus titulares luzcan de la mejor manera posible y poder transmitir su devoción por las calles de la ciudad. Noches de limpieza de enseres, mañanas de montaje floral, madrugadas engalanando a los titulares, tardes de reparto de papeletas de sitio… y un sinfín de trabajo que día a día a lo largo de la cuaresma se van realizando, aunque en ocasiones todo este esfuerzo se ve truncado por una tarde de lluvia. Es aquí cuando los sentimientos de cientos de nazarenos y costaleros se cruzan, el deseo de disfrutar y la tristeza de no poder realizar la estación de penitencia.

La ilusión que tienen especialmente los pequeños cofrades, es tan grande que no sería capaz de explicar con palabras el desconsuelo que sienten en este tipo de situaciones donde es imposible calmar su llanto.

Cuando una junta de gobierno se ve en la obligación de tomar la difícil de decisión de no salir a la calle a realizar su estación de penitencia, se viven momentos muy difíciles, aun sabiendo que es la decisión correcta por y para el bien de la hermandad.

Me gustaría desde aquí animar a todos los cofrades y devotos a no pensar en la lluvia, ya que es una cosa que no podemos controlar, y a seguir trabajando en las hermandades con el pensamiento puesto en nuestros titulares en estos tiempos difíciles en los que nos encontramos.

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