Una vecina de Barcelona ha pasado estos días el susto de su vida. Alquiló a un joven un pisito recién reformado cerca de la Barceloneta por 950 euros al mes y a los pocos días comprobó que el inmueble estaba siendo publicitado en una página web de alquileres vacacionales a razón de 200 euros por día. Todo ello pese a que el contrato prohibía expresamente el subarrendamiento. La dueña cortó por lo sano al alquilar su propia vivienda, entrar y acto seguido cambiar las llaves de, recordemos, su casa. Detrás de ella llegarán los incautos inquilinos que hayan alquilado el piso barcelonés para los días siguientes y que se tendrán que buscar la vida por no recurrir a la red de alojamientos hoteleros. Y es que se ha puesto de moda visitar ciudades quedándose en la casa de otros aún a riesgo de carecer del respaldo de un negocio ante el que poder quejarse. Ojito con los timos este verano.

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