Mientras el pasado domingo media España colgaba fotos de sus padres en las redes sociales, en un campo de fútbol infantil de Mallorca el partido entre el Alaró y el Collerense era el escenario de una monumental trifulca entre progenitores que comenzó en la grada y acabó en el centro del campo. Ante la atónita mirada de niños de 12 y 13 años, los "adultos" comenzaron a propinarse patadas, arañazos e insultos. Desconozco el motivo o el origen de la riña, pero no me importa. En el momento en que dos personas decidieron dirimir sus diferencias a golpes, ambos perdieron la razón. Y lo que es peor, la dignidad y el sentido de la autoridad ante sus hijos en una fecha tan señalada. ¿Para qué dejar que el deporte inculque los valores del esfuerzo, el compañerismo, la derrota y la victoria si con un par de ostias podemos solucionarlo todo?

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