La dictadura de la actualidad ha dejado en un segundo plano una de las noticias más anheladas de la historia contemporánea española. La dimisión de Cristina Cifuentes y el desafío catalán ha condenado al ostracismo el anuncio de disolución de la banda terrorista ETA, una decisión que hace poco menos de una década hubiera ocupado titulares a cinco columnas durante días y horas de tertulia radiofónica y televisiva. La ausencia de atentados y de asesinatos desde hace años ha propiciado cierta amnesia sobre el horror que esta pandilla de criminales provocó durante décadas. Por ello, creo que todos los españoles le debemos un agradecimiento eterno a todos aquellos que aportaron su grano de arena para acabar con la pesadilla etarra. Es momento de seguir arropando a las víctimas y de mostrar un reconocimiento inmenso a las Fuerzas de Seguridad del Estado por su incansable trabajo. Pero también se ha de alabar públicamente a aquellos políticos que, desde la sombra, y muchas veces sufriendo la incomprensión de algunos sectores, contribuyeron al fin de ETA.

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