La frialdad ambiental de la estación de ferrocarril de Algeciras, con una cafetería hace años cerrada, produce un efecto desolador.
El desamparo que padecen sus instalaciones, seguramente dará al viajero una impresión de abandono que repercutirá en su opinión sobre nuestra ciudad. Cuando es punto de partida y si procede, la persistente petición al viajero, de que exhiba la tarjeta dorada, molesta un montón. Se me antoja que Algeciras es la única estación de ferrocarril en donde la tarjeta dorada tiene una importancia capital. Incomoda, por lo inhabitual. Como nadie en ninguna parte la pide, salvo para sacar el billete, suele llevarse en algún lugar que requiere entretenerse en dar con ella, lo que es especialmente ingrato cuando hay prisa o cuando el equipaje se pasa un poco de lo normal. Uno se pregunta si es posible llevar un billete sacado con una tarjeta dorada sin tenerla o utilizando la de otro, y se sorprende de que los controladores no sospechen la edad aproximada del viandante. Por otra parte, los altarias dan mucha pena, ni siquiera la rentabilidad creciente de la línea con Madrid anima a los gestores a ofrecer unos coches presentables, cómodos y limpios, en donde el calor no agobie ni el frío encoja las entretelas.
Un amigo de San Roque, me habla del mal estado general y, en particular, de los servicios de la estación de autobuses. Parece que al fin, han corregido la larga ausencia de un pestillo en las puertas de los wáteres. Pero siguen sin dotarse de un aspecto que inspire limpieza y cuidado. Los accesos a los excusados recuerdan los de aquellas películas ambientadas en lugares de extrema dejadez y pobreza. Ignoro qué reducto es responsable de estas dejaciones, pero supongo que, dada la repercusión que tienen en el visitante, algo tendrá que decir sobre ello, no sé si el Área de Urbanismo, Vivienda y Medio Ambiente, o tal vez el de Familia y Asuntos Sociales. Es de suponer que las delegaciones de Comercio e Industria y Turismo se resientan de la mala gestión de las zonas de entrada y salida a la ciudad.
Del reportaje de Raquel Montenegro, publicado el pasado martes, se extrae que la empresa Comes no paga el canon municipal desde el año 2007 y que de los aproximadamente 100.000 euros debidos, sólo puede aspirarse a cobrar 40.000. Ítem más: la concesionaria, Nautagest, debe 200.000 euros al consistorio. La verdad es que si ni siquiera se preocupa el ayuntamiento de cobrar el canon, poco puede esperarse de que haga algo en estos pormenores.
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