El pasado jueves saltaba la noticia desde Alemania: el tipejo golpista Puigdemont quedaba libre bajo vigilancia y con una irrisoria fianza. Los españoles de bien no daban crédito. Otra vez podía irse de rositas el delincuente político de flequillo del estilo de Dos tontos muy tontos. No podía ser. Vaya varapalo de la justicia alemana. Ellos consideran que el cargo de rebelión no es apreciable bajo el derecho penal alemán, pero sí el de corrupción. Muy bien, pero siempre hay uno o más peros en nuestro derecho penal. En España sí se contemplan ambos cargos. Espero y deseo que los jueces españoles, con el juez Llarena a la cabeza, esperen con los brazos abiertos al fuera de la ley y que más pronto que tarde vaya al talego, tenga un bonito calabozo que pueda llenar de lacitos amarillos y que a la entrada de su penitenciario aposento tenga una alfombra que rece "Bienvenido a la república independiente de tu celda".

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