Análisis

Alberto Pérez de vargas

Tren y puerto, entre otras cosas

Un nuevo proyecto de extensión del puerto está encendiendo las alarmas ciudadanasEl desarrollo incontrolado del puerto afecta a movimientos marinos y corrientes

Lo del tren parece una larga broma de mal gusto. Como el "tralará" de los vertidos de aguas residuales, que continúan como si tal cosa exhibiendo lo mejor de ellos mismos a orillas del llano amarillo. Con lo que habría que hablar de la política desarrollista del puerto, de los estibadores, del impacto social del "Brexit" en la comarca o de la tolerancia con el monumental fraude fiscal que supone la colonia británica, y los medios no dan abasto para reflejar los ecos que produce ese otro remiendo previsto para la vía férrea. Es como si el tramo Algeciras-Bobadilla se hubiera colmado con estas cuantas traviesas que van a poner hasta alcanzar La Almoraima. Da la impresión de que a este cuento de nunca acabar, del que el puerto se ha hecho coyunturalmente socio capitalista, lo que no deja de tener su carga de ironía, se le pone pastas de papel cuché para ganar tiempo. Porque es el puerto el que va a pagar esos diecisiete y pico millones (en tres anualidades, no crean) para llegar al término de Castellar.

Circulan por ahí fotos antiguas -de entre las que hay que destacar con entusiasmo las que difunde en su página de Facebook, José Miguel Garnica- en las que puede recrearse la vista recorriendo nuestras viejas playas urbanas ya desaparecidas y las de San García, Getares y El Rinconcillo. Sirven para contemplar el arco de la bahía inalterable; sus mareas y corrientes dejaban en paz las arenas, sometidas a la evolución natural de las aguas, e incluso participaban en su limpieza. Ahora ya no sólo tenemos un inmenso aparcamiento donde había un paseo marítimo, sino que vamos camino de perder por completo El Rinconcillo, todo un símbolo de nosotros mismos. A la agresión industrial y portuaria se añaden las vueltas y revueltas de un mar al que se le ha alterado su cancha; diseñada a lo largo de un tiempo geológico.

Un nuevo proyecto del puerto para extenderse hacia el sur, está encendiendo las alarmas de los ciudadanos que se sienten amenazados en su propia calidad de vida. Tal vez la motivación primaria de éstos sea estética. Sospechan que se les rompe el horizonte, que los amaneceres van a ser un campo de grúas, como ocurriera en la escalerilla; pero es mucho más que eso. Porque el desarrollo incontrolado del puerto afecta a los movimientos marinos, a las corrientes y a las mareas. A poco que se empeñen, acabarán convirtiendo al club Getares en un club de petanca y a Algeciras en una ciudad interior en la que el mar no sea más que una lejana sospecha.

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