El verano comienza a dar sus últimos coletazos. Los días van haciéndose más cortos y, hasta el momento, he conseguido escabullirme de los típicos abusos veraniegos en los que cierto sector de la hostelería incurre durante el descanso estival aprovechándose de que la cartera se suelta un poquito la melena. A saber: cafés a 7 euros en una terraza mona, cubatas a 12 o un plato de pescado a precio de caviar ruso en un chiringuito. Las redes sociales están llenas de ejemplos que se pueden consultar con los hashtag sablazo o clavazo. Iluso de mí. Cuando ya me creía libre de una factura desorbitada, el sablazo del verano me lo dio hace tres días el tablero de mandos del coche con una simpática llave inglesa amarilla y el mensaje "prever revisión" en la pantalla. Para el común de los mortales nos resulta imposible acabar el verano ahorrando siquiera unos céntimos de la paga extra.

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