Análisis

Alberto Pérez de vargas

Política y toros

En estos días que ya huelen a feria, debido a José Tomás, se habla mucho de las entradasEn Francia, el toreo lo mantiene la afición con total independencia de los poderes públicos

La confusión, evitable aunque no lo parezca, entre lo mío, lo nuestro y lo de todos, nos inunda, invade la condición humana hasta extremos impensables. Pasa en las alcaldías, en esos reductos próximos donde el poder cercano se refugia enquistándose en un abrigo que no le pertenece, que es público, que debe ser compartido hasta con la mismísima oposición. Algunos de los que ascienden, de la mano de la voluntad popular, con frecuencia se sumen en un letargo temporal que, paradójicamente, no les deja ver precisamente esa temporalidad, que están donde están no sólo de paso sino, sobre todo, con una manifiesta debilidad; su estabilidad es endeble y depende de factores ajenos muy influenciados por las circunstancias.

En estos días que ya casi huelen a feria, debido al anuncio de que el torero José Tomás va a hacer el paseíllo en Las Palomas, se habla mucho de las entradas. De los abonos más bien, porque las corridas en las que no está el famoso diestro, ni siquiera cuando, sensu stricto, se trata de un cartel mejor que el suyo -el de la víspera lo es- tienen la menor importancia. No es cuestión ahora de entrar en consideraciones sobre los toros, porque aunque sin toro no hay nada, ya ni siquiera nos fijamos en ellos, siendo como son los que condicionan la brillantez y la vigencia de la fiesta. La suerte de varas, esencial para tomar nota de la bravura del toro, se queda para esos pocos que ya ni se ven ni se notan.

En los territorios taurinos de España, y la comarca lo es; como lo es la provincia, plagada de ganaderías y de reses bravas, como lo es la región; política y toros tienen vida en común. En estos tiempos, ya postreros, de mi aprendizaje sobre la fiesta, estoy teniendo el privilegio de saber lo que ocurre en la Francia taurina. He participado como espectador en varios encuentros y he hablado con muchos buenos aficionados franceses, entre los que destaca el embajador Yves Saint-Geours que, como ocurriera con algunos de sus predecesores -en algún caso, como es el suyo, con entusiasta animación- es un gran frecuentador del medio. Son muchas las plazas de toros que hay en Francia, pero una de ellas llama especialmente la atención. Me refiero a la de Vic-Fézensac, de primera categoría, que con un aforo de 7.000 localidades, se sitúa en una ciudad con unos 3.500 habitantes. Qué gusto da saber que allí no hay subvenciones, que no hay reservas oficiales ni prebendas públicas, que el toreo se mantiene porque la afición lo sostiene con total independencia de los poderes públicos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios