Análisis

Alberto Pérez de vargas

Pobre de mí

La feria evoluciona dejando atrás a los que gustábamos de la noche y amaneceresPuede que con tanta globalización seamos menos distinguibles en la prole de los humanos

Ddebo confesar que la feria, con todo lo que ha significado para mí, ha dejado de estar entre mis prioridades. No sé si volveré a frecuentarla, tal vez en alguna ocasión en que me caiga a mano. Pero, de momento, la he aparcado, y ya no tengo edad para pensar en que los aparcamientos den de sí lo suficiente como para devolver a la circulación lo depositado. Esta feria tiene otros modos y yo me quedo con los que hemos ido perdiendo hasta desfigurarle el tipo. Me sobran dedos para seleccionar las casetas en las que me sentiría cómodo y me falta mucha gente, muchísima gente. No me quejo, es el simple reconocimiento de una realidad que me situaría en un escenario en el que no sabría moverme. La feria es el gran acontecimiento social de Algeciras, ninguna de las convocatorias que suponen salir a la calle, tiene un contenido más variopinto, participado y multicolor. La feria es para todos y ha evolucionado dejándonos atrás a los que gustábamos de otros gustos; de la noche y de los amaneceres, del ambiente andaluz y del fino, del fino que querías y no del que de modo excluyente te sirven ahora según sea el interés de la caseta.

La cabalgata ha progresado una barbaridad. La gente acampada en el paseo que fue marítimo, la participación de nuevos colectivos y la variedad y cantidad de ofertas a la contemplación de toda clase de edades, son mejoras sustanciales. Los pregones ya son shows en los que la palabra desempeña un papel secundario, pero no importa. Al fin y al cabo se hacen más digeribles y llegan a un más amplio paisanaje. Su inserción en la coronación de grandes y pequeñas, pone el parque a rebosar; sólo con las familias de las damitas y de los caballeritos se llenaría un estadio. Es bueno que el pregonero sea un personaje del pueblo y sería deseable que los pregones se pronunciaran a una voz y no a coro, por más que el coro sea, como ocurrió hace dos años, de primerísima clase.

Es curioso, pero después de estar mareando la perdiz una larga temporada, con la duración e incluso con la ubicación temporal de la feria, se ha quedado un panorama que es esencialmente el mismo de las última décadas. En fin, doctores tiene la iglesia y las nuevas generaciones la palabra. Puede que con tanta globalización estemos diluyéndonos en la uniformidad y seamos cada vez menos distinguibles en la inmensa prole de los humanos. Cantemos en todo caso, como los pamplonicas cuando se les acaba San Fermín, aquello de "pobre de mí" adaptado a las circunstancias.

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