Acaba de publicarse un estudio que demuestra que los navegadores están debilitando el potencial del cerebro para orientarse. Es algo parecido a lo que sucede con las calculadoras o con la agenda del teléfono, que han erosionado nuestras habilidades matemáticas y nuestra capacidad de recordar un número. Dicho estudio ha venido a concluir que el GPS del coche o el del móvil provoca que las áreas cerebrales dedicadas a la orientación espacial y a la navegación reduzcan su actividad. O sea, que al cerebro hay que darle acción. Qué tiempos cuando dudábamos al doblar una esquina, cuando dividíamos de cabeza cuando pagábamos a escote, cuando marcábamos de manera automática el teléfono de esa chica. Qué tiempos cuando leíamos Los hermanos Karamázov y, recién entrada la primavera, paseábamos junto al mar y aspirábamos sol, sal y los olores del campo.

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