Maese pavón, el relojero

Se trata de un personaje próximo y conocido, pero acaso pocos sepan de su manifiesta bonhomía

La iniciativa de la Asociación de Emprendedores del Patrimonio Algecireño (AEPA), de proponer para Hijo Adoptivo de la Ciudad de Algeciras a José Luis Pavón Manso, seguramente causará sorpresa. Es evidente que nuestro relojero mayor merece toda clase de reconocimientos, pero muchos se dirán ¿adoptivo? Pues sí, es el título -el de mayor relevancia que puede conceder el consistorio- a un paisano: "predilecto" si es nacido en la localidad, "adoptivo" si nació en cualquier otro lugar del mundo. Y nuestro queridísimo y admirado Pepe nació en la hermana ciudad de Huelva. Pero muy pronto sus ojos se abrieron a la luz de estos pagos en donde la Mar Océana convierte en mediterráneos los rumores de Doñana. Sé de Pepe desde que sé de mí y me he referido a él, de palabra y por escrito, en no pocas ocasiones. Antes y después de que fuera tan conocido como lo es hoy día. Ahora ya, seguramente serán muchos los que estén al tanto de su personalidad. Maese, maestro de maestros, como lo fuera y en no muy distintas actitudes a las que guiaron a Maese Pérez, el organista, referente histórico que inspiró a Gustavo Adolfo Bécquer, al que yo leía con pasión en mi adolescencia.

La actualidad ha devuelto la palabra a la letra de los periódicos, no precisamente por la excepcional compostura literaria de la obra sino porque la Administración andaluza se ha tirado al cuello de las monjitas del convento de Santa Inés, de Sevilla, y pretenden un castigo imposible porque éstas han dado a reparar el órgano que fabricó el artesano antequerano, Francisco Pérez de Valladolid, allá por la primera mitad del siglo XVIII.

De la propuesta de AEPA y de las ya numerosas y desinteresadas intervenciones de Maese Pavón en la tarea de devolver la vida y recuperar los misterios de no sé cuántos grandes relojes de aquí, de allá y de acullá, se han derivado comentarios biográficos exaltando la trayectoria vital y la maestría de nuestro paisano.

Se trata pues de un personaje próximo y conocido, pero acaso pocos sepan que su manifiesta bonhomía, su empaque de hombre de bien, de mucho bien, deriva de un duro proceso de superación personal, conjugado con tareas que han proporcionado a Algeciras la oportunidad de disponer de agrupaciones como la propia AEPA, diseñadas para mejorar el conocimiento de nuestra historia, para saber más, para amar más lo que compartimos por nascencia o por crianza. Algeciras se enriqueció con su llegada y se enriquece al contar con él en el día a día. Qué menos que oficializar su agradecimiento.

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