La liturgia del día nos muestra el Jueves Santo como el día de la instauración del sacerdocio, de la instauración de la Eucaristía y como el día del amor fraterno en el gesto de Jesús al lavar los pies a sus discípulos según acostumbrava a realizar el sirviente a los invitados en la tradición judia.

En este comienzo del Triduo Pascual, a la finalización de la liturgia eucarística, la reserva del Santísimo quedará expuesta en los tradicionales altares para su tradicional visita, meditación y contemplación. Según dicha tradición, se visitarán siete templos, recordando los lugares desde el Cenáculo hasta la crucifixión.

En la primera iglesia se recordará el trayecto desde el Cenáculo hasta el huerto de Getsemaní. En la segunda iglesia, se meditará el paso desde el huerto de Getsemaní hasta la casa de Anás, donde fue interrogado y recibió una bofetada. La tercera iglesia, recordará el recorrido hasta la casa de Caifás, donde sufrió los escupitajos, insultos y sufrimientos durante toda la noche. El cuarto templo nos recordará la comparecencia ante Pilato y la acusación de los judios. En la quinta visita, acompañaremos al Señor en su comparecencia ante Herodes, donde también fue injuriado. La sexta iglesia nos mostrará la segunda visita ante Pilato, la coronación de espinas y la condena a muerte. Por último, el séptimo templo nos llevará a la vía dolorosa, al momento de la cruz a cuesta, la muerte en el monte Calvario y a la reserva del cuerpo inherte de Jesús en el sepulcro hasta el momento de la Resurrección.

También es costumbre, por parte de las mujeres, realizar esta visita vestida de mantilla. Esta debe ser de color negro; por delante llegar hasta las manos; por detrás unos dedos por debajo de la cintura, eligiendo una peineta adecuada a la altura de la mujer y de la pareja. El largo del vestido debe llegar hasta las rodillas. Dicha visita a los monumentos se realizara desde la tarde del Jueves Santo hasta la mañana del Viernes Santo.