Desde que un homínido se alzó con una piedra sobre otros, el mundo es desigual. Desde entonces, el ser humano libra una lucha constante contra sí mismo para equilibrar una balanza que nunca está compensada (ni lo estará, me aventuro a pronosticar). La marea femenina inundó las calles con sus argumentos. Chapó por ellas y por ellos que las apoyan, que también son incontables. Porque esto no se trata de una guerra entre sexos como muchos pretenden. No es un hombre vs mujer, no debería. Esta rebelión sólo funcionará si se torna en una batalla contras las leyes (que también afectan a miles de padres maltratados), contra la política establecida, contra la precariedad laboral y, sobre todo, contra una enseñanza que desde sus primeras lecciones diferencia a niños de niñas. Esto no es una guerra entre la mujer y el hombre, no debería, aunque muchos quieran.

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