Análisis

Alberto Pérez de vargas

Feria y pregonero

Una feria como la de ahora no puede estar a la altura de personajes como PacoEse parque feria que cada vez se parece menos al paseo del Calvario

El Farolillo y su tradicional cartel ya han celebrado el acto de presentación de ese gran acontecimiento social que, de un tiempo a esta parte, languidece debatiéndose entre la brillantez formidable de otros tiempos y esa disonancia que no nos permite reconocer aquella feria de antaño tan vivida, tan participada. Algo hay de paradoja en que sea Francisco Rodríguez, nuestro entrañable Paco El cortina, su pregonero de este año.

En sentido estricto, no puede ser más acertada la elección. Por más que su sencillez y su grandeza, no le permitan a él mismo considerarse digno de honor semejante y se sienta abrumado por la responsabilidad. A ver si se me pone delante de este artículo, porque si lo hiciera, aprovecharía para declararle mi admiración, mi respeto y mi cariño. Paco -le diría- mira hijo, no hay nadie mejor que tú en esta Algeciras nuestra, ni tampoco fuera de ella, que pudiera merecer más que tú subirse al estrado del parque para contarnos a los demás lo que siente. Estás, Paco, muy requetebién puesto. ¡Cuánto me alegro de que seas el pregonero de la Feria de Algeciras!

Hace años, muchos años, más de los que yo quisiera transcurridos, puse bastante empeño en que pregonara la Feria Juan Guerrero Soriano. No pudo ser porque los enredos de algún político y sus afanes no eran acordes con mis deseos. Nos quedamos muchos con las ganas de haber participado de sus conocimientos de nuestra realidad y de haber escuchado cómo nos contaba la pequeña historia de esquinas y aconteceres, de personajes que ya residen en pocas memorias. Por entonces, Juan, algecireño también de pura cepa, era muy popular; pilotaba aquel invento mágico y maravilloso que fue el Mesón Algeciras de Madrid. No cuajó el asunto y ahora, al saber que Paco iba a ser el pregonero, me acordé de lo que no fue pero pudo haber sido. Me acordé porque Juan y Paco son dos personalidades íntimamente nuestras.

Pero una feria así, del corte de a la que hemos llegado, con un tercio de casetas convertidas en discotecas, con nombres tradicionales transfigurados en un desolador vacío, con ruidos estridentes que suenan a cualquier parte, lejos, muy lejos, de nuestra Andalucía; una feria así, digo, no sé si puede estar a la altura de personajes de primera clase, de personajes que como Juan, que como Paco, mantienen intactas sus esencias, las de esas estancias de olores, sabores y colores consustanciales con la tierra nuestra, que apenas si son ya percibidos en ese parque feria que cada vez se parece menos al viejo paseo del Calvario.

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