Admito que la desaparición paulatina de oficinas físicas por parte de las grandes compañías me está produciendo estrés. La casualidad ha querido que en las últimas semanas me haya tirado casi más tiempo escuchando a Beethoven a través del móvil que a cualquiera de mis más cercanos amigos. Resulta desesperante oir "estamos intentando atenderle lo antes posible" mientras que tú te has duchado, afeitado, planchado la ropa, tendido una lavadora y consultado los resultados de la jornada nocturna de la NBA. "¿Lo antes posible?" te preguntas. Pero ahí no queda todo. Lo peor es cuando después de un montón de minutos de espera la llamada se acaba de repente y hay que volver a empezar. Con lo fácil que era antes llegar a la sucursal o la oficina de ventas, saludar cariñosamente al empleado y, si se daba el caso, empezar a criticar al vecino del quinto. No todo es bueno en las máquinas.

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