Aún estamos en cuaresma; en cuadragésima. La alusión numérica al cuarenta, del nombre de este período religioso que, a decir verdad, empieza el Miércoles de Ceniza y acaba el Jueves Santo, recoge el simbolismo bíblico de ese número que se repite en determinados pasajes del discurrir histórico de las tradiciones y orígenes del judaísmo y del cristianismo. Cuarenta fueron los días de meditación que pasó Jesús de Nazaret en el desierto, inmediatamente antes de iniciar su vida pública. Cuarenta días duró el diluvio universal, que se recuerda con bastante proximidad en estas lluviosas jornadas por las que pasamos, y cuarenta años duró la marcha del pueblo hebreo a través del desierto (en la península del Sinaí) donde "por la noche, el aullido de los chacales y los lobos se aunaba al ululato de los búhos o al grito ruidoso de los chotacabras, lo que aumentaba aún más la sensación de soledad y desamparo. (Isa 34:11-15; Jeremías 5:6.)".

Diez veces cuarenta, cuatrocientos, fueron los años que el pueblo hebreo pasó en Egipto y cuenta la tradición judía (v. Tarbut Sefarat) que "Moisés permaneció en el monte cuarenta días y cuarenta noches, y el Señor le mostró lo pasado y lo futuro de la distribución de todos los días de la ley y la revelación. Dijo: 'Presta atención a todo lo que voy a decirte en este monte y escríbelo en un libro, para que vean sus generaciones que no les perdonaré el mal que hicieren, descuidando la norma que establezco hoy entre tú y yo, por siempre, en el monte Sinaí´". Y Quadragesimo anno se llama la carta encíclica de Pío XI, promulgada el día 15 (idus) de mayo de 1931, cuando en España, en lugar de buenos augurios, se sentaban bases para un discurrir dramático del que no parece haberse aprendido nada. Se llamaba así por celebrarse con ella los 40 años de la Rerum Novarum (Las cosas nuevas, 1891) -la Carta Magna del Trabajo- de León XIII, un documento de extraordinaria importancia y trascendencia para la definición posicional de la iglesia católica respecto a la situación laboral de los trabajadores a la irrupción de la revolución industrial.

Por lo demás, aparte de la "cuarentena" tan aludida por leyes y sanidades, el número 40 no debe su notoriedad, que yo sepa, a alguna otra cosa. Y desde el punto de vista matemático, carece de relevancia; es múltiplo múltiple y par. Tal vez tenga que ver esta irrelevancia con el absoluto desprecio que los próceres y principales del Campo de Gibraltar, hacen del, sin embargo, largo alcance de la cuaresma.

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