Análisis

Alberto Pérez de vargas

Algo de Argelés, nada de Gayubo

Estamos de suerte, qué duda cabe. Ya estuvimos de suerte cuando, en los primeros años setenta, especialmente brillantes en exposiciones e inquietudes pictóricas en Algeciras, Rafael Argelés Escriche volvió a su tierra natal, adonde apenas recaló en su larga existencia, pero en donde vio sus primeras luces. No parece que estas tierras tuvieran mucho que ver en su vida, movida y viajera, pero hay gente por aquí que se esmera en que no se pierda lo que no debiera perderse, aunque, como es el caso, no pueda registrarse una relación de cierta envergadura, entre lo recuperado y lo que se tuvo. Como sucede con otros referentes importantes, el lugar de nacimiento de Argelés no parece que para él fuera relevante más allá del puro e inevitable dato informativo, hasta que el gran e inolvidable José Riquelme Sánchez, jimenato de nacimiento y linense de adopción, se preocupó de animar el acercamiento del gran pintor algecireño a nativitate y, mire usted por dónde, nada de adopción.

Hay adoptivos que están radicados más y, sobre todo, mejor que los de a nativitate, algunos de éstos parecen de Los Monegros y otros convierten lo uno y lo otro en sinónimos. En una tierra en la que durante tanto tiempo han residido militares y a la que tanta gente ha llegado por los más variados motivos, el plantel de ejemplos es vasto y variado. No pocos me he topado con un nombre de por aquí en el DNI, que apenas sabía situar a su pueblo, y muchos que siendo su primera luz la de otros pagos, son tan de aquí como los de la Bajadilla. Argelés, pintor relevante a escala abierta, fue durante la mayor parte de su vida, muy ajeno a sus orígenes. Lo descubrió cuando ya iba camino de los ochenta de edad, y expuso en el Casino en 1973, cuando estaba cuajando Tría 75 -Helmut Siesser, García Jaén y López Canales- y cuando otra gran figura de la pintura y excepcional cartelista político, Ramón Puyol, volvía a su tierra para quedarse. Argelés se fue diciendo que volvería, pero no volvió.

He actualizado, al pensar en todo esto, la eterna espera a la que el ayuntamiento de Algeciras nos está sometiendo con la obra de Felipe Gayubo. Es una pena que la obra, inmensa en su originalidad y grandeza, de este excelente pintor de Aranda de Duero, afincado en Algeciras durante más de medio siglo, siga sin respuesta a la desinteresada oferta de la familia Gayubo, para que la ciudad albergue la colección de pinturas que dejó estática a su muerte, hace ahora casi exactamente diez años.

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