Cultura

Una voz moldeando su destino

  • La Tremendita publica su segundo disco, 'Fatum', un trabajo "más arriesgado", entre la tradición y la renovación, en el que la joven cantaora sevillana ejerce también de compositora y productora

Entre la dureza y la fragilidad, con un sonido "más arriesgado" que va al encuentro de "polos opuestos indisolublemente unidos y en continuo vaivén", explica ella, "metal y tierra, la tradición como motor del progreso, ritmos y melodías clásicos inmersos en ecosistemas sonoros contemporáneos", con su característica voz capaz de recorrer el espectro que media entre el susurro y la queja desbordada que rompe en grito, Rosario Guerrero La Tremendita regresa estos días con su esperado segundo disco, Fatum, en el que -como indica ya el propio título- ha querido reflexionar, a partir de sus lecturas de viejos poetas persas y de su fascinación por la mitología clásica, sobre la noción de destino.

"Creo que el destino lo marca uno, que el destino no se hace al azar sino que se lo trabaja uno día a día, en mi caso cuando me meto en mi habitación y me paso diez horas encerrada trabajando, investigando", dice esta cantaora sevillana nacida en el barrio de Triana en 1984, que también ha llegado a intuir o sentir, como Jean de la Fontaine, al que cita en este disco recién editado por Picap, que "a menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo", pero que sobre todo cree en esa clásica representación del Destino como Rueda. "Es un símbolo de fuerza y unión: cuando gira en una dirección clara genera una inercia y energía crecientes. Y así es como yo siento mi carrera en estos momentos", afirma la artista, que ciertamente irradia fuerza y confianza y no en vano en este álbum se reivindica no sólo como intérprete sino también como productora y compositora de muchas de las letras y melodías que forman parte de su último trabajo.

La Tremendita asume cada trabajo discográfico como la culminación de una etapa de investigación y de inquietudes similares, incluso inconscientes, que ella trata de anudar en una misma corriente de emoción. En este aspecto, Fatum arroja "otras conclusiones" respecto a su primera grabación, A tiempo, un álbum publicado en 2010 y que llamó poderosamente la atención en el mundo flamenco, en el que había consolidado su nombre como cantaora para el baile de algunas de las figuras más destacadas del momento, Rocío Molina, Belén Maya, Rafaela Carrasco y Andrés Marín, entre otros. "Fatum marca otra etapa en mi vida, y creo que cuenta muy bien en qué momento me encuentro", confiesa la cantaora, que presentó en Sevilla su nuevo álbum hace unos días en la Fnac acompañada por el crítico de flamenco de Diario de Sevilla Juan Vergillos, que alaba la producción "exquisita" de un disco que él encuentra "más cálido, más cercano y con más frescura" que el anterior, y para el que la cantaora sevillana ha contado con las colaboraciones de la bailaora Rocío Molina, con la que es frecuente verla compartiendo escenario, con Diego Amador, que aporta sus acordes de piano "luminosos, tan distintos", y con la voz de José Ángel Carmona, además de Ramón Porrina en la percusión y Manolo Nieto al bajo, y por supuesto su amigo y aliado Salvador Gutiérrez a las seis cuerdas y como mano derecha en la dirección musical del álbum.

Rodeada de todos ellos, marcando el camino, esa dirección clara que imprime fuerza a la rueda, La Tremendita hace algo que Vergillos admira especialmente. "Me encantan esos cantes populares que le escuchaba a mi abuela cuando hacía esparto, esa canción popular que pertenece a una cultura marginal, una cultura como en minúsculas pero que siempre ha estado ahí", dice el crítico, y que por su naturaleza oral escapó, incluso en los peores momentos, a la censura de "políticos y curas". Ese folclore, con sus "letras y melodías verdaderamente revolucionarias", esas canciones que el sufrido pueblo trabajador cantaba "para entretenerse, para alivar la fatiga, para despedir al amante que se marchaba a la guerra", todo eso lo coge la cantaora sevillana y "lo lleva a nuestro tiempo" en Fatum.

Eso hace, por ejemplo, con los tangos de Triana (De Triana al cielo) que abren el disco, en el que La Tremedita busca un sonido "muy industrial, con mucho poderío", con el que pretende transmitir la manera en la que ella ha sentido siempre los cantes de su barrio, ese espíritu "tribal".

"Cada tema implica para mí mucho tiempo de investigación, porque siempre me pregunto qué es lo que quiero contar", dice la artista, que en el disco canta también bulerías, rumbas, alegrías, seguiriyas y unos mientos en los que evoca lo que significó para ella el malogrado y añorado Enrique Morente, junto con una malagueña que ha rescatado tras casi un siglo de haber pasado desapercibida en las grabaciones. Dice Vergillos que La Tremendita, "conoce la tradición y se muere por la tradición"; son los materiales indispensables, recuerda ella, para moldear el futuro del flamenco.

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