No está al alcance de todo el mundo apreciar un espectáculo de música, aunque de sentirlo sí, se tengan o no nociones de lo que se escucha o se ve. Cuatro guitarras se conjugaron ayer entre sonidos flamencos y ritmos que acariciaban el puro jazz sobre el escenario del teatro Florida de Algeciras. Un tercio del aforo se alcanzó anoche, aunque era constante el goteo de público que se asomaba entre la oscuridad del recital preparado para sentarse en una butaca y dejarse invitar a un viaje por la emoción.

El belga Myrddin de Cauter fue el primero en tomar asiento para deleitar al público con un sonido a la guitarra trabajado, recorriendo las cuerdas del mástil con personalidad y adelantando con pinceladas lo que vendría después. Antes de saltar a las tablas se introdujo el espectáculo con el agradecimiento por compartir la pasión por la guitarra, fundamental para consumir esta propuesta cultural.

El color negro acentuó la presencia de los guitarristas, que con un foco les seguía cada movimiento, más de los dedos afilados que de su propio cuerpo. La percusión también tuvo parte de protagonismo, entre una caja flamenca, unos timbales y la batería, de la cual tomó posesión Andrés Rodríguez.

El segundo guitarrista en salir ante el público fue Salvador Andrades, prácticamente sin necesidad de presentación. Un lujo para los sentidos. La suavidad y limpieza con la que aborda las notas, bajando y subiendo, entrelazando los acordes que dejan de existir para reinventarse ante el algecireño. Sin dudas destacó arañando cada sonido como si quisiera acariciarlos llevando el flamenco más espiritual hasta el terreno, hasta el lugar de los mortales.

Tony Mora y José Manuel León formaron también parte de este gran espectáculo de guitarra, en el que cada uno aportó su intensidad y talento para poner la primera semilla de lo que se proyecta como un futuro festival de guitarra, sentando las bases de la tradición de Paco de Lucía.