Cultura

"Me siento flamenco pero con un trocito de alma negra"

  • Antonio Álvarez Vélez, 'Pitingo', se abre camino desde el flamenco en el mundo de la música con una insólita fusión que ha bautizado con el nombre de 'soulería'

Pequeño de estatura, su voz rota ha abierto una nueva dimensión en el universo del flamenco pues, formado en los ritmos del soul, ha conseguido, por vez primera en la historia, fundir ambos estilos en versiones de temas como Killing me softly with his song, Let it be o la revisión del inolvidable Gwendolyne de Julio Iglesias. Así, a su grupo flamenco Pitingo ha sumado un coro de gospel para recorrer conjuntamente toda España despertando a su paso pasiones hacia su arte y su persona. Después de Pitingo con Habichuelas, un primer álbum grabado en 2006 junto a la familia de Juan Habichuela, ha sido Soulería, su segunda aventura discográfica, la que le ha abierto las puertas de la fama.

-Al provenir de familia de pescadores, está acostumbrado a navegar entre dos aguas...

-Sí, bastante… Llevo desde los trece años en esto y ha sido un camino duro en el que he ido encontrando de todo. Muchas alegrías pero también trabas como las de los puristas. A pesar de ello, creo que la fusión de soulería ha sido positiva. Mi corazón se encuentra en el punto intermedio de esas dos artes. Me siento flamenco pero con un trocito de alma negra.

-Con su triunfo habrá callado algunas bocas, ¿no?

-Claro que sí. Incluso a alguno le tengo en la cabeza todavía…

-¿Qué queda de la etapa en la que recogía maletas en el Aeropuerto de Barajas?

-Tengo muchos amigos a los que sigo viendo y con los que me tomo mis cañitas para compartir este éxito. Amor por la noche también conservo. Y trabajo. Ya sea a menos cinco grados en invierno o con más de cincuenta en verano. Del aeropuerto me iba a actuar a los tablaos e incluso, algunas veces, empalmaba un día con otro. Soy joven y ahora me lo puedo permitir.

-Lo que sí suelen considerarse agotadoras son las promociones. ¿Le está resultando pesada la gira de presentación de su segundo álbum?

-Para nada. Me gusta conversar con la gente y relacionarme. Lo mismo para otra persona sería diferente, pero a mí me encanta conocer a personas distintas. Soy muy nervioso y, aunque esté cansado, hablar de arte, que es lo mío, es lo que más me llena.

-Dígame algún piropo, de los muchos que le hayan llegado, que le haya emocionado…

-Pues hoy, por ejemplo, una señora me ha comentado: "Mi hija llora con tus canciones". Eso me motiva. O cuando el público negro de Georgia afirma que le encanta lo que hago. ¿Cómo es posible que me acepten?

-De alguna manera, y usted lo confirma con sus palabras, el suyo es un perfil que encaja con el modo bohemio de entender las cosas que suelen tener quienes pertenecen al mundo del flamenco.

-Yo soy un anarquista de la vida. Me levanto a la hora que me da la gana, unas veces a las cuatro y otras a la una, y así el resto. A veces intento mantener una normalidad horaria, pero me dura una semana.

-Pues ahora existe una compañía bastante considerable que depende de usted. ¿Cómo se organizan?

-Somos dieciséis personas y, para mí, es como un sueño. Yo había trabajado con formaciones de gospel pero nunca originales como ésta. Me parecen fantásticos y muy humildes. Han sufrido mucho y creían que, al llegar a España, iban a estar desplazaítos, pero los hemos arropado todo lo que hemos podido. Incluso hay una integrante de la banda que viene a casa y me pide que le haga lentejas -con acento americano-. Además, la cocina es una de mis aficiones preferidas.

-Es muy joven, veintisiete años, y se le presenta todo el futuro por delante. ¿Qué espera Pitingo de él?

-Comer de esto siempre y tener un público. Crear un estilo y hacer una música con calidad. Es lo que pretendemos quienes nos dedicamos a esto. Vivir de ese don que nos ha dado Dios.

-¿Hay alguien que le siga llamando por su nombre de pila, Antonio?

-Mi familia, una de mis abuelas y… ¡mi mujer cuando se enfada!

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