Cultura

La razón intuitiva

  • Siruela publica la última novela policiaca de Fred Vargas

No nos engañemos; el misterio es un descanso de la razón, un juego de la inteligencia, que se construye así problemas solubles y vagas perplejidades que la afirman. Sin el siglo Ilustrado, Edgar Poe sería imposible. Sin la violencia de Voltaire, sin su brusca indagación en el poder y su lógica, la novela romántica y su carga de fantasmas, nunca hubiera tenido su acomodo. De este modo Fred Vargas, la novelista francesa, devuelve al género policial su espasmo originario: la fascinación de lo ignorado, la primacía de la intuición, los márgenes porosos de un orbe razonable. Es decir, que el comisario Adamsberg, protagonista de La tercera virgen, desentraña el misterio misteriosamente, de manera sinuosa y arbitraria, y nunca como un triunfo de la claridad mental y la implacable adunación de silogismos.

¿Cuál de los dos prototipos es más inverosímil, Dupin y Sherlock Holmes o el Adamsberg de Vargas? Ambos se mueven entre lo insólito, lo raro y lo mostrenco. Sin embargo, Holmes ha decidido devolver al mundo un orden que no tiene. En la novelística de Fred Vargas, y he aquí su originalidad, se trata de solventar lo incomprensible a la luz ambarina de la intuición o el impulso. De sobras conocemos ese proceso de decantación que nos ilumina de un modo tajante e imperativo. El siglo XIX lo llamó inspiración, pero Picasso sabía que sólo acude a quien agota sus horas trabajando. La diferencia, es que el XIX de Holmes y el caballero Dupin muestran al hombre como razonador implacable; Vargas, más moderna, nos enseña que razonar tiene mucho de sobresalto y de vigilia a oscuras. No otra cosa encontramos en La tercera virgen, cuando al misterio de unos crímenes simbólicos (muchachas desenterradas, animales sacrificados en viejos ritos de sangre), se une el misterio de la elucidación, el enigma de los procesos mentales que dan a Adamsberg un aura sobrehumana.

En cierto modo, Fred Vargas ha inventado un género regresivo, un noir que nos devuelve al problema de entonces: ¿Es la razón un arma suficiente? Para Holmes, como para las criaturas excesivas de Poe, evidentemente sí. Para Chandler y Hammett, siempre que fuera acompañada de unos buenos puños. Para Vargas, lo razonable es un olvido de la razón, hasta que un centelleo inesperado, la luminaria del genio, amansa y clarifica el bosque de los hechos. No en vano, la señora Vargas estudió Historia y Arqueología, ciencias especulativas y saberes en brumas.

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