Cultura

"Una persona comprometida es la que tiene los ojos abiertos"

  • La escritora habló de la obra 'Autorretrato', de Victoria Martín. Su presencia se incluía en el ciclo Voces en el Museo, una iniciativa de la Asociación Qultura

La del escritor -vendrá a decir Rosa Regàs durante la entrevista- es una tarea gustosa, oficio y placer. Algo que la propia autora transmite: Regàs coge y hojea, curiosa, el libro con el que la entrevistadora llega al hotel. Cada vez que menciona obra y autor, lo hace incluyendo la editorial. Recuerda fechas que a otro se le antojarían fútiles. Y lleva puestas gafas de cristal azul, como dirían en el cuento, para mirarte mejor.

-¿Qué mensaje puede llegar a transmitir el autorretrato de una mujer decimonónica?

-El autorretrato refleja como un espejo la vida de la persona retratada. En el caso de Victoria Martín del Campo, destaca el hecho de ser una mujer en el XIX que tiene el coraje de convertirse en pintora. Algo que no hubiese podido ser, desde luego, si no hubiera pertenecido a una clase privilegiada, con una esmerada educación. Aun así, aunque haya llegado a la calidad técnica, no se le ha hecho justicia: resulta muy difícil encontrar artículos y referencias a la autora -como no fuera en periódicos y revistas de la época-, y esto a pesar de que era una creadora magnífica, con unas influencias muy bien asimiladas. Hubiera sido muy distinto de ser hombre.

-¿Son los libros autorretratos?

-Tal vez no tanto... aunque yo creo que cualquier libro lleva implícitas claves del propio autor que ni siquiera él reconoce.

-Me asombró descubrir que era licenciada en Filosofía... ¿cree que el lenguaje es lo que configura el mapa de la realidad?

-Quizá la realidad sea algo distinto de lo que tocamos y vemos, y creamos un mundo a partir de lo que te sirve de referente. En este sentido, por ejemplo, no entiendo el decir que una novela es mejor porque se basa en hechos reales: cada ficción tiene su propia realidad. Nos da lo mismo, porque podemos vivirlo como cierto.

-Antes de dedicarse a la escritura, crió a sus cinco hijos, trabajó en una editorial y fundó otra, colaboró como traductora en la ONU... Parecen varias vidas. ¿Cómo y cuándo sintió la necesidad de dedicarse a la escritura?

-Bueno, todo se va construyendo paralelamente, claro. La vida de un creador es distinta a la de uno que no lo es. No tienes un sentido de la fiesta ni sabes cuándo te pones a trabajar, una mañana de domingo te puede cundir más que un miércoles... El ocio y la obligación de un escritor son la misma cosa.

-¿A qué autores le gustaría publicar de continuar en el mundo editorial?

-Tendría que empezar a buscar de nuevo, porque a mí no me gustaba publicar autores conocidos... Sí puedo decir que, últimamente, he estado leyendo mucha literatura de Europa del Este. Viaje a Rusia, de Joseph Roth. A Kropotkin, cuyas memorias reflejan bastante bien el cambio de la sociedad del XIX. Vida y Destino, de Grossman... pero el título que citaría sería Los hombres que no amaban a las mujeres, una espléndida y maravillosa novela policiaca del sueco Stieg Larsson.

-Hace unos días, Gonzalo Puente Ojea declaró a este Diario que la democracia, en España, está "hipotecada" por la monarquía y una Iglesia "mítica, absurda y pueril".

-Aquí no habrá realmente una democracia hasta que Estado e Iglesia no estén completamente separados. No hemos de pagar a la Iglesia el bienestar de sus ministros. La Constitución es aconfesional y la escuela, libre y democrática para todos. Si alguien quiere educar en una fe a sus hijos, ya están las iglesias, sinagogas y mezquitas. En ningún país de Europa la Iglesia tiene tan asustada a la clase política como en España... Y si luego se manifestaran por cosas justas, contra la pena de muerte, la guerra o el maltrato... pero sólo se mueven para defender sus intereses.

-¿Qué diría que es ser, hoy en día, una persona comprometida?

-Aquella que tiene los ojos bien abiertos a la realidad del mundo. Especialmente hoy, que todo parece estar supeditado a los contactos o las posibles ventajas económicas.

-A meses vista, ¿cómo ve la experiencia al frente de la Biblioteca Nacional?

-Pues positivamente. Tuvo un final un poco macarrónico, gracias al ministro de Cultura, pero también se fueron a la calle otros siete directores generales. Conmigo quiso ser... más original.

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