Cultura

Las paradojas de Escher regresan a España, el país que cambió su obra

  • Madrid acoge hasta el 25 de junio una retrospectiva del artista que quiso pintar el infinito

Una mujer contempla en el madrileño Palacio de Gaviria una de las hipnóticas obras del artista holandés.

Una mujer contempla en el madrileño Palacio de Gaviria una de las hipnóticas obras del artista holandés. / j. p. gandul / efe

El arte de Maurits Cornelis Escher, todavía hoy, es enigmático. Obras atravesadas por el espíritu de la paradoja, manifestaciones de un "mundo en el que le gustaría vivir a un matemático". Sus trabajos regresan hoy a España, al renacentista Palacio de Gaviria de Madrid, un edificio "onírico y sugestivo" reabierto como espacio cultural con esta retrospectiva dedicada al pintor holandés que podrá visitarse hasta el 25 de junio.

Hijo de un ingeniero hidráulico y fallido estudiante de arquitectura, Escher murió a los 73 años en un hospicio para artistas, ni rico ni famoso, pero su legado terminó moldeando el pensamiento científico y la iconografía moderna, de la moda a la música, pasando por el cine. Entre las piezas que maravillarán a los asistentes está su emblemática Casa de escaleras, Mano con esfera reflectante, Lazo de unión o el palacete Belvedere. Hasta 200 obras, litografías y xilografías sobre todo, que muestran la influencia de Escher en la cultura y la iconografía actuales.

Contó ayer el catedrático de Geometría Antonio Félix Costa un hito fundamental para el artista: su visita a la Alhambra en 1936. Allí el holandés cayó fascinado ante las teselaciones del espectacular palacio granadino, y a partir de entonces se sumergió en las matemáticas para tratar de entender cómo pudieron los árabes recubrir paredes enteras con patrones de figuras perfectamente encajados. Escher logró finalmente trasladarlo a su obra, combinando con imaginación imágenes de las que brotan efectos ópticos, superficies curvas reflectantes, laberintos imposibles, paradojas geométricas, caleidoscopios y espirales, obras hipnóticas que respondían a su búsqueda "compulsiva" de unas formas que fueran capaces de "representar el infinito".

Las primeras salas contienen sus primeras obras, de entre 1922 y 1936. Durante esos años, creó xilografías paisajes y estampas del país transalpino todavía en la órbita del art nouveau. Pero en ellas se aprecia ya su destreza para crear imágenes con gran profundidad. Su obra cambió por completo tras esa visita a la Alhambra; a raíz de ella, se entregó obsesivamente a esa "búsqueda de la perfección "hasta llegar al final". Y sus teselaciones evolucionaron hasta llegar a las metamorfosis, en las que las figuras se van convirtiendo en algo totalmente distinto, creando ciclos. Escher nos enseñó que todo es posible, dice Costa, pues todo es cuestión de perspectiva. Como dijo el artista: "¿Está usted seguro de que un suelo no puede ser también un techo?".

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