El fin de la Guerra Fría, hace casi 20 años ya, no supuso el fin de la amenaza atómica. Los viejos arsenales siguen en manos de Rusia y Estados Unidos y la proliferación nuclear, vía Irán o terrorismo globalizado, figura en las agendas de los grandes mandatarios. Por ello, desgraciadamente, un libro como Antes de Hiroshima sigue teniendo vigencia.

Escrito por la historiadora británica Diana Preston, su subtítulo, De Marie Curie a la bomba atómica, explica sus contenidos. Es la fascinante historia del inicio de la física atómica, desde un grupo de entusiastas pioneros -Los Curie, Rutherford, Bohr, con el padrinazgo de Einstein- que empezaron a jugar a nuevos Prometeos y destripar los secretos de la materia, hasta sus discípulos -los Oppenheimer, Teller, etc.- que tuvieron que usar este conocimiento de una forma terrible. Muchos miembros de esta segunda generación de sabios acabaron enclaustrándose en los desiertos de Nuevo México para fabricar la primera bomba atómica.

Hay que aclarar que Antes de Hiroshima no es un libro de Física, así que los que suspendían esta materia en el colegio pueden acercarse a él sin reservas. Sólo se explica lo justo, y además muy bien, de los descubrimientos para que el lector se sitúe. Lo que prima es la vida y relaciones de dos generaciones irrepetibles de científicos junto con el papel de la ciencia en la política y las consideraciones morales que los estudiosos de la naturaleza tienen que tomar a veces en sus laboratorios. A destacar especialmente cómo Preston va contando en paralelo la historia de Hiroshima, la primera ciudad blanco de un ataque nuclear. Y la pregunta flotante de que harían los científicos actuales en unas circunstancias tan arduas como las de la Europa de los años 30. Y es que la alegría de los primeros atomistas, investigando por el placer de hacerlo y compartiendo todos sus conocimientos sin barreras nacionales, parece perdida para siempre.