héctor alterio. actor

"En este momento sólo aspiro a acortar los parones entre un trabajo y otro"

  • A sus 87 años aborda uno de los papeles más complejos de su carrera en 'El padre', la obra del francés Florian Zeller que el Festival de Teatro de Málaga ha programado para enero.

El veterano actor Héctor Alterio encabeza el reparto de esta "farsa trágica" de Florian Zeller.

El veterano actor Héctor Alterio encabeza el reparto de esta "farsa trágica" de Florian Zeller. / alberto estévez/ efe

Héctor Alterio (Buenos Aires, 1929) regresa a con uno de los trabajos más poderosos a los que se ha enfrentado en los últimos años: El padre, del talentoso Florian Zeller (París, 1979), el dramaturgo francés que está revolucionando el teatro comercial en todo el mundo y de quien en España se han visto ya trabajos como La verdad, dirigida y protagonizada por Josep Maria Flotats, o La mentira, que protagonizaron Carlos Hipólito y Natalia Millán. Alterio encarna a Andrés, un enfermo de alzhéimer, en esta propuesta dirigida por el veterano José Carlos Plaza que podrá verse el 14 y 15 de enero en el Cervantes dentro del Festival de Teatro.

-La productora Pentación de Jesús Cimarro define esta obra sobre la vejez y la familia como una "farsa trágica". Tiene que ser difícil encontrar el equilibrio entre el drama y el humor...

-Esa es una expresión acuñada por el propio autor pero para mí El padre es, sobre todo, una historia sobre la confusión desde el punto de vista de quien padece el mal de Alzheimer y en la que se descubre que sufren mucho más quienes están alrededor que el que tiene la enfermedad en sí mismo. Considero una fortuna personal el haber encontrado este personaje que, tras más de 80 representaciones, me ofrece cada noche cosas nuevas y gratificantes. El autor tuvo la valentía y el talento de lograr escenificar esa confusión mental desde la mirada del padre enfermo con una gran simplicidad y eficacia. Al principio temía que el público perdiera el hilo de la historia pero es curioso observar que no deja de prestar atención a los personajes, al discurrir de la oferta dramática. Y al final aplaude conmovido, y lo digo sin vanidad. Aunque se aborda una enfermedad seria, el texto de Zeller consigue que de las actitudes del personaje, de sus brumas mentales, brote de modo natural el humor, que en absoluto es buscado ni provocado. Gozo mucho con este trabajo.

-Usted ha abordado anteriormente el tema del alzhéimer y en El hijo de la novia lo padecía el personaje de Norma Aleandro, que encarnaba a su esposa.

-Esa película fue mi primer contacto laboral y también mi primera experiencia directa con la enfermedad. El director, Juan José Campanella, tiene a su madre afectada por la enfermedad y me llevó a conocerla a la residencia donde la cuidan.

-El texto refleja también el enorme peso con el que cargan los descendientes de quienes padecen esta enfermedad.

-Provoca mucha angustia en los que rodean a un enfermo de alzhéimer el hecho de que nunca se sabe cómo va a reaccionar. Mi personaje, Andrés, es como un pozo negro que no se sabe dónde empieza y dónde termina. Hay muchas cosas que desconocemos de esta enfermedad neurodegenerativa pero parece claro que el deterioro origina más conflictos a quienes conviven con el enfermo que a él mismo, como muestran los actores que le dan réplica a mi personaje: Ana Labordeta, Luis Rallo, Miguel Hermoso, Zaira Montes y María González.

-Florian Zeller es un autor muy celebrado en Francia pero poco conocido aún aquí. ¿Cuáles son, en su opinión, sus mayores virtudes?

-Zeller es el dramaturgo vivo francés más representado fuera de su país y ha obtenido un tremendo éxito con sus últimos binomios: La madre ganó en 2010 el Premio Molière y en 2012 publicó El padre, que tras París obtuvo un éxito rotundo en Londres y también en Nueva York, con Frank Langella de protagonista. La verdad (2011) y La mentira (2015) son otros dos trabajos suyos muy reconocidos. Zeller es un maestro del diálogo rápido, con un gran talento para diseccionar la pareja, la familia y los estados de ánimo. Y parece haber encontrado un filón inagotable en esas propuestas y contrapropuestas. Estoy seguro de que El padre le va a dar a conocer en España especialmente.

-Usted fue quien eligió al director, José Carlos Plaza, con quien ya había colaborado anteriormente en En el estanque dorado.

-Somos muy amigos y nos respetamos mucho, me siento muy cobijado cuando él me dirige y en cuanto se lo propuse al productor, Jesús Cimarro, aceptó. La puesta en escena de Plaza es realmente notable, de una gran delicadeza, y la obra cuenta con una música muy adecuada de Mariano Díaz.

-En su larga carrera ha interpretado a algunos de los autores más importantes del teatro: Pinter, O'Neill, Ibsen, García Lorca, Valle-Inclán, Chéjov, Strindberg... Pero, ¿qué dramaturgo considera una asignatura pendiente?

-Tanto en el teatro como en el cine o la televisión, lo que quiero en este momento es una continuidad de trabajo. Esto no quiere decir que acepte cualquier cosa pero, antes que un personaje determinado, pues no tengo preferencias en este sentido y basta con que me gusten, aspiro sobre todo a acortar esos espacios largos que se producen entre un trabajo y otro mientras suena el teléfono. Cumplí en septiembre 87 años, llevo trabajando desde que tenía 15, pero esos parones los sufro desde hace décadas. El teatro siempre ha estado en crisis pero ahora, por el gravamen de impuestos, por la crisis, los productores miran con lupa qué estrenar y cuántos personajes entran en una función, lo que reduce y atrasa la oferta de trabajo actoral y la continuidad. Por suerte, ya que la industria del cine no está tan boyante como hace años, he logrado encadenar diversas funciones de teatro.

-En Argentina ha sido el director Daniel Veronese, muy conocido y apreciado en España, quien se ocupó de estrenar El padre. ¿Qué opina del ambiente teatral en su país natal?

-Creo que España y Argentina están muy parejas teatralmente en este momento. Aunque hace cinco años que no he vuelto a mi país, estoy muy al tanto de lo que se hace allí y en Buenos Aires hay una corriente de público muy fiel al teatro. En la capital argentina se ofrece un promedio de 250 funciones de todo tipo cada fin de semana: en los barrios, en salas para 40 o para mil espectadores, en el hall de una casa... El público discute, debate, se apasiona con las propuestas; no digo que esa efervescencia del teatro alternativo, que aquí en España también se da, sea fructífera para el actor, pero es un hecho indiscutible.

-¿Y cómo se vive en una saga actoral tan intensa como la de los Alterio el hecho escénico?

-Se vive con Alterioesclerosis... Mis hijos -Ernesto y Malena Alterio- se han dedicado a esto con nuestra aceptación a regañadientes; aunque de niños nos acompañaban en las giras y se divertían disfrazándose, no queríamos que se dedicaran a este oficio. Siempre deseé que tuvieran un basamento más sólido que el que yo tuve, que estudiaran una carrera, pero cuando llegó la edad de decidir por sí mismos, sólo pude desearles suerte. Y la tuvieron. Son talentosos y, sobre todo, buena gente, y eso para mí es un placer y una tranquilidad.

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