Cultura

Un madrileño, un pacense y un 'Murcianito'

  • El Fundi remomora la 'Estocada de la tarde', de Benlliure y Alejandro Talavante cuaja una gran faena que malogra con la espada a un gran toro de Adolfo Martín

Tres gentilicios para una tarde de emociones volcánicas: un madrileño, un pacense y un Murcianito. El madrileño El Fundi grababa a fuego y en vivo, en el ruedo de Las Ventas, una escena tan heroica y hermosa como la de ese bronce de Benlliure, La estocada de la tarde, inspirada en la ejecución de una estocada de Machaquito al miura Barbero en Madrid el 9 de mayo de 1909. Y el pacense Alejandro Talavante, que rozó la gloria con los dedos, salió andado del ruedo al no acertar con la espada, después de cuajar a Murcianito, de suaves embestidas; como lo son para el paladar las ricas verduras de la tierra murciana.

La plaza rugió cuando un hombre salía victorioso tras una estocada en corto y por derecho, en la que se colgó literalmente de los pitones del toro en una acción guerrera, con la que rubricó su entrega total. Sucedió en el cuarto. El Fundi se tiró a morir tras un faena plena en dotes lidiadores. Con la decisión de un león se arrojó encima del toro, colgándose de los pitones entre tanto metía un espadazo. Fue un abrir y cerrar de ojos. El toro le enganchó a la altura del estómago. Se mascó la tragedia. El buido pitón resbaló y sin hacer carne, sin perforar el estómago, destrozó la taleguilla. Luego, la fiera buscó con saña al torero, que yacía en la arena. Y ahí se libró de otra cornada. Se levantó El Fundi sin perder el color, mandando a sus banderilleros que se taparan y, con orgullo y autoridad, fue hacia el toro, que rodó como una pelota bajo sus pies, justo donde indicaba con su dedo índice el torero, en una estampa añeja, mientras el público, en pie, bramaba. Una oreja a ley. No hay trofeos suficientes para una estocada con esa gallardía y exposición. Con anterioridad, se había impuesto a su oponente, que se vencía por ambos pitones, especialmente por el derecho. Se esforzó en una faena en la que consiguió valiosos muletazos, a media altura, con la izquierda. Cerró por el derecho, exponiendo mucho. Fue la tónica de su actuación. El jugarse la vida sin cuento, como hizo en su primero, un regalito de cuerna abierta, que llegó a la muleta gazapón, frenándose y revolviéndose pronto y al que realizó un trasteo serio y eficaz, como la estocada resolutiva ¡Qué gran matador de toros!

Alejandro Talavante se reconcilió con Madrid gracias a una gran faena al sexto. Toreo sin aditivos. De primeras, una serie al natural, en la que sufrió un varetazo por encima de la rodilla izquierda. De nuevo, por ese pitón para, encajado, hilvanar otra tanda de muletazos templados. Mano derecha y muletazos largos. Con fibra, reunió un ramillete de naturales con los que hizo saltar la banca. El público, enardecido, continuó aplaudiendo otra tanda con la diestra, en la que el toro hizo un feo parón y el torero aguantó sin pestañear. Las bonitas trincherillas del epílogo presagiaban la gloria. Pero no mató al primer envite. Precisó de pinchazo, estocada y dos descabellos. Y ese infierno que pasó con los aceros lo alejó de la gloria que había rozado con la yema de los dedos. No hubo premio. Pudo ser la Puerta Grande. Pero ahí quedó su obra con Murcianito, un animal noble, que se entregó en la muleta. Talavante apenas tuvo opción con el cornipaso y descastado tercero, muy protestado por flojo. El torero se aburrió en la muleta con un animal tardo, que no repetía.

Diego Urdiales, que sustituía al herido Javier Valverde, estuvo por debajo del lote más potable. El riojano toreó muy bien a la verónica al segundo, de buena condición. Faena de más a menos, por ambos pitones, con la virtud del aplomo y el borrón final de un desarme. Con el soso, pero noblón quinto, le faltó fibra para calar en el tendido.

Al cierre de un espectáculo de grandes emociones, el madrileño El Fundi ingresaba en la enfermería, donde le apreciaban fisuras en varias costillas; el pacense maldecía su fallo a espadas en una tarde en la que un Murcianito engrandecía la ganadería de Adolfo Martín, en la que otros gentilicios también han hecho historia, como aquel inolvidable Malagueño II -lidiado en el sanisidro de 2000-. Y es que la tarde fue de gentilicios: la de un madrileño, lidiador y estoqueador soberbio; la de un pacense, de temple fino y la de un Murcianito, de gran nobleza.

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