bernard ruiz-picasso. presidente del consejo ejecutivo del museo picasso málaga

"No nos interesan tanto las cifras de visitantes como la calidad de la visita"

  • El impulsor de la llegada de las nuevas obras a través de FABA apunta las claves esenciales de la operación y ofrece su particular balance de los catorce años de vida de la pinacoteca

El Museo Picasso Málaga presentará hoy la reforma más profunda y abultada de su colección: durante los próximos tres años llegarán a las salas del Palacio de Buenavista 166 obras del artista malagueño cedidas por la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA) que se unen a las 233 de la propia colección permanente del museo (salen a cambio, eso sí, 38 de las 43 obras de la misma fundación que la pinacoteca ya conservaba en régimen de comodato). Con esta aportación, para empezar, el número de piezas expuestas en las salas reservadas a la colección crece hasta doblarse (desde cerca de 60 hasta 120), con referencias de todas las épocas y prácticamente todas las técnicas dispuestas por primera vez en orden cronológico que además se renovarán parcialmente cada tres meses. El primer impulsor de la operación, a su vez presidente del Consejo Ejecutivo del museo, apunta las claves y de paso hace su particular balance de los catorce años de vida del centro.

-¿Qué criterios se han tenido en cuenta a la hora de escoger las 166 obras que podrán verse en el Museo Picasso hasta 2020?

Respecto a lo que se dijo de la ampliación del museo, el alcalde se ha metido en un asunto que no es de su competencia"

-El proceso empezó con una evaluación artística de lo que hemos hecho en estos catorce años. En este tiempo hemos cambiado cuatro veces la presentación al público de la colección. A veces hemos incluido obras de otros museos, o de otros miembros de la familia Picasso. La evolución de criterios también ha cambiado: ahora tenemos un museo más visitado, y es algo de que nos felicitamos. Pero hemos llegado a la conclusión de que este fondo tan importante podía ser presentado de manera cronológica, y ésta ha sido nuestra principal apuesta. También incluimos más obras expuestas en las salas hasta doblar la cantidad. Para poder hacer esto hemos apostado por una diversidad de formatos, con lienzos, dibujos, esculturas, cerámicas, litografías, grabados y obras en papel, que son particularmente delicadas en cuanto a conservación y que tendrán por tanto una rotación en correspondencia. Consideramos que esta ordenación cronológica permite establecer un diálogo muy interesante con el público. Por eso, cada tres meses una parte importante de las obras presentadas serán sustituidas. Todo este sistema rotatorio contribuirá a hacer de la colección permanente del museo una criatura dinámica, cambiante, con un estilo distinto que ahora es posible gracias a la colaboración de FABA y del Museo Picasso.

-¿Considera que una apuesta así exigía del museo una madurez de la que ahora sí dispone?

-Sí, yo diría que el museo ha demostrado una gran madurez en su evolución. Creo que es algo evidente en su ambición y disposición a investigar y estudiar más la obra de Picasso, independientemente de las exposiciones temporales y las actividades culturales que se organizan en los distintos espacios del museo. La proyección en cuanto a muestras temporales ha sido importante en los últimos años, así que pensamos que la colección también debía contribuir a arrojar más luz al museo. Y para eso había que hacerla más dinámica.

-En los últimos meses se ha apuntado a una posible ampliación del museo e incluso el alcalde, Francisco de la Torre, se ha mostrado dispuesto a colaborar. ¿Será necesario más espacio si se siguen ampliando fondos?

-Tengo la impresión de que este tema ha generado cierta polémica en torno a algo que, la verdad, no existe. El alcalde, a quien conozco muy bien, y que hace mucho por su ciudad, se ha metido en un asunto que no es de su competencia. El Ayuntamiento, por lo que sé, está al margen de lo que pueda pasar con la iglesia de San Agustín y con el antiguo colegio. No sigo mucho el tema, pero es lo que pienso. Hago todo lo que puedo por mi parte junto a la Consejería de Cultura para que este museo tenga una colección muy buena, y eso es lo que me importa. Lo otro está un tanto fuera de lugar. Hoy podemos traer obras de Picasso a Málaga gracias a la colaboración de la familia y de las instituciones, pero a veces las cuestiones políticas lo hacen todo un poco más difícil. Cada uno tiene su propia responsabilidad, pero por mi parte, desde luego, no hay ningún interés en que nos dispersemos.

-El museo ha batido su récord de visitantes en los últimos dos años hasta alcanzar el medio millón en 2016. ¿Cuál es, en su opinión, la clave de este éxito?

-En comparación con los años 2008 y 2009, cuando con más fuerza apretó la crisis económica, no tiene nada que ver la oferta cultural de hoy día ni el interés de los turistas que, además de la playa, buscan más cultura. Ciudades como Málaga se han hecho más complicadas de gestionar, pero han crecido mucho gracias a la oferta cultural. El centro es un ejemplo muy claro, siempre está lleno de gente. Cuando abrimos el museo no había nada que ver, pero ahora el paisaje es muy distinto. Por no hablar de la actividad, la riqueza y el trabajo que generan proyectos como el Museo Picasso. En toda la extensión peatonal del centro hay vida a cualquier hora del día. Málaga es otra ciudad, se ha transformado gracias a la cultura.

-¿Ha sido la llegada de nuevos centros de arte beneficiosa para el Picasso en este sentido?

-Sí, las sinergias políticas que favorecen la aparición de equipamientos culturales siempre son bienvenidas. Pero el caso de Málaga es especialmente representativo: hace catorce años ésta era una ciudad muy necesitada de apoyos y se optó por los museos para convertir su riqueza en algo visible. El patrimonio estaba bastante escondido, y ahora está bien visible. Ése es un signo decisivo del cambio. Pero algo así sólo es posible cuando las instituciones se ponen de acuerdo. Si a esto añadimos la implicación de la sociedad y la generación de un nuevo turismo cultural, el cambio es inevitable. El solo hecho de pasear por el centro de Málaga es mucho más agradable.

-Si hace catorce años Málaga tenía aún tantas carencias, ¿por qué habían optado por ella antes para hacer el museo, más allá del deseo expresado por Picasso?

-En algún momento se planteó en Málaga un reto a nivel político: hacer una transformación profunda, una modernización real, a través de la cultura. Para ello se contó con personas muy capaces como Carmen Giménez y se organizó aquella exposición de Picasso tan importante en el Palacio Episcopal en los años 90 como expresión esencial de este deseo. Mi madre había visitado Málaga por primera vez en los años 50 junto a mi padre y desde entonces se mostró decidida a cumplir el deseo de Picasso, así que todo vino un poco de la mano. Hubo contratiempos, como el hallazgo de los yacimientos fenicios, que provocaron retrasos. Pero prevaleció siempre la idea de que este museo era el instrumento capaz de transformar Málaga a través de la cultura.

-¿Cuáles han sido en este tiempo los peores obstáculos?

-Las dificultades fueron las naturales en una ciudad que por razones en las que no vamos a entrar ahora había vivido durante demasiado tiempo de espaldas a la cultura. Teníamos el reto de construir una institución cultural de nivel internacional en una ciudad en la que no había conocimiento ni experiencia sobre cómo poner en marcha un proyecto así. Y teníamos el reto de hacerlo con técnicos y expertos de aquí, sin traer a nadie de fuera, lo que obligaba de entrada a educar al personal. La creación y la consolidación del museo fue toda una aventura y una oportunidad grande para aprender. Además, hemos vivido varios cambios políticos, que siempre ralentizan la actividad cultural. Digamos que había un concepto de lo que se quería hacer en Málaga, pero para ir desde el papel hasta la materialización de este concepto había que trabajar mucho. Y si hoy tenemos medio millón de visitantes al año no es porque tengamos suerte, sino porque hay un trabajo enorme detrás.

-Los grandes museos europeos parecen entrar en una situación de inestabilidad después de haberse convertido en fenómenos de masas. ¿Puede afectar su futuro al del Museo Picasso?

-Es verdad que el mundo de los museos está cambiando a la velocidad del siglo, poco a poco. Las formas de ver y visitar un museo son muy distintas a las de hace sólo unos años. Pero lo cierto es que los grandes museos tienen ahora más problemas que museos como el Picasso, que tiene una medida más ágil para adaptarse a las necesidades culturales de cada tiempo. En las grandes instituciones, la llegada masiva de millones de turistas suscita algunos efectos indeseables, porque se crean competencias y carreras que a su vez generan situaciones muy complicadas. En algunas ciudades, por ejemplo, los grandes museos lo tienen muy difícil para acordar las fechas de sus inauguraciones sin que coincidan con otros: siempre hay cuatro o cinco museos que quieren inaugurar el mismo día. Imagínate las dificultades para crear programaciones artísticas diferenciadas. Creo que los museos van a tener que empezar pronto a trabajar de otro modo, más en conexión con la gente que va a visitarlos. Hace falta una relación mayor y más fluida con el público para saber exactamente cuál es la demanda. Si hacemos cosas sin dialogar con la sociedad para la que trabajamos no vamos a ninguna parte. Ahora bien, por otra parte, al mismo tiempo, vemos museos en los que el público interviene demasiado, y cuando esto sucede se pierde la perspectiva respecto a la creación de los artistas y el trabajo de los directores de los museos. Cada museo debe tener una personalidad, una característica que aporte un perfil concreto a cada institución.

-¿El objetivo del Museo Picasso es hoy ganar más visitantes?

-La voluntad de este museo es la de dar acceso a las familias de Málaga, a que los padres y niños sientan esta institución como algo propio. Y para ello es fundamental hacer un buen trabajo educativo. Tener cifras altas de visitantes está bien, pero lo que nos interesa ahora es que la visita sea siempre de calidad. Por eso, nuestro departamento de educación continúa haciendo una labor que para nosotros es estratégica, es esencial. Es importante que el público pueda ver nuestras propuestas siempre de manera digna, con el tiempo necesario y con la información y la guía precisas. No vamos a ir corriendo detrás de más visitantes, ahora queremos hacer de la experiencia algo inolvidable, algo que se quiera repetir siempre. En este sentido, hay que tener en cuenta que nuestras salas no soportarían muchos más visitantes de los que ya tenemos. Y que en este mundo de cambios, las producciones de las exposiciones exigen gastos cada vez mayores. La cultura es algo que interesa a cada vez más gente, pero dar respuestas a este interés cuesta más cada año. Y esto puede llegar a ser problemático si se mantiene la exigencia en cuanto al nivel de calidad.

-¿Se ha arrepentido de alguna decisión que haya tomado respecto al museo durante estos catorce años?

-El hecho de haber fundado esta institución en colaboración con las administraciones públicas nos ha obligado siempre a llegar a acuerdos. Y hemos tenido que hacerlo con personas que han tenido criterios diferentes, en referencia, por ejemplo, a los distintos consejeros y consejeras con los que hemos trabajado. No te ocultaré que ha habido momentos difíciles, en los que nos parecía que se habían puesto en juego cosas que para nosotros eran esenciales. Actualmente, eso sí, todas las decisiones se adoptan de manera muy compartida y sin problemas. No tengo ningún reproche ni ninguna impresión negativa, en relación tanto al museo como a Málaga. Hay muchas actividades que podemos hacer, mucho arte distinto que podemos traer. En eso estamos.

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