Cultura

Un homenaje a Los Chichos poblado de voces de ahora

Efectivamente, han pasado treinta y cinco años, que no es poco. Fue a principios de la década de los setenta cuando dieron a coincidir dos sonidos que, de alguna forma, revolucionarían la música popular de este país, tanto por su éxito de ventas como por la influencia que con los años ejercerían. Casi a la vez comenzaron a sonar los primeros singles de Las Grecas -aquel Te estoy amando locamente, el gipsy rock que se dio en llamar y que tanto gustó a Camarón- y los de Los Chichos, el grupo que formaban dos hermanos madrileños, Julio y Emilio González Gabarre, a los que se había unido Juan Antonio Jiménez Muñoz 'Jeros', un gitano de Valladolid que terminó siendo el alma del grupo por sus brillantes y efectivas composiciones. Lo de estos últimos era -y sigue siendo- una versión madrileña de la rumba gitana de la que Cataluña ya había dado noticia, una interpretación de contundente sonido y letras de una desgarrada temática. Una rebelión poética suburbial llena de historias carcelarias y de la calle, de celda, de pasión y de desamor. Sus títulos son buena muestra de ello: Libre quiero ser, Te vas, me dejas, Mujer cruel, Amor de compra y venta, El Vaquilla

Para comprender la trascendencia de su obra, valdrían sólo sus ventas, impensables en los tiempos que corren. Más de veinte millones de discos vendidos es la cifra que se maneja, y no sé si en ella se incluyen las miles de cintas cassette que se debieron de vender por las gasolineras patrias. Como un flashback a ese tiempo se entiende la carpetilla que acompaña a la presente grabación. Ese R-12 al que no le falta el perrito que mueve la cabeza, las fundas de leopardo, los borlones que cuelgan del parabrisas, los santos en el salpicadero… Una síntesis de la estética de su tiempo plasmada de una forma deliberadamente kitch. Pero, de vuelta a lo de su trascendencia, nada más que hay que fijarse en uno de los grupos actuales más vendedores y con enorme tirón de público, especialmente joven, Estopa. Desde sus inicios, los dos hermanos de Martorell, suburbiales también, aunque de una forma muy distinta, cultivaron una rumba madrileña desde Cataluña y reconocieron explícitamente su deuda con el grupo madrileño. El de en medio de Los Chichos se me ha aparecido en sueños/ me ha dicho que en otra vida yo era un perro callejero, cantaban en una de sus primeras canciones. No resulta así extraño que sean ellos los que encabecen este homenaje de duetos con un tema emblemático del grupo Historia de Juan Castillo.

En el resto de los duetos, la relación de colaboradores da para todos los gustos y abarca diferentes estilos y generaciones. Así, entre los más jóvenes están los gaditanos Andy y Lucas o los jerezanos Los Delinqüentes con una refrescante versión (pitos de carnaval incluidos) del clásico Ni más ni menos. También de esta generación se encuentran Ismael Serrano, Bebe, Pitingo, El Arrebato, Antonio Orozco… Por supuesto que no podía faltar el abuelo Peret, Camela, los otros reyes del cassette de carretera y, por supuesto, Los Chunguitos, sus más inmediatos seguidores en el tiempo con quien comparten otro clásico, Mujer cruel. La relación incluye además a nombres tan dispares como Sergio Dalma o Manolo García, José El Francés, Hanna y el grupo Medina Azahara. Casi todos los temas están producidos por José Miguel Évora.

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