Cultura

Tras la estela de Chaves Nogales

  • Martínez de Pisón se convierte en antólogo de los mejores relatos sobre la guerra civil española en 'Partes de guerra' (RBA) · El libro toma como punto de partida su fascinación por 'A sangre y fuego'

Veinticinco años después de su sobresaliente debut literario con La ternura del dragón (Anagrama), una novela donde los temores de la infancia se entrelazaban con los secretos de una familia dividida, Ignacio Martínez de Pisón se enfrenta como editor a uno de sus proyectos más ambiciosos: una narración coral de la Guerra Civil articulada a través de treinta y cinco cuentos.

Partes de guerra (RBA) aspira a ser una novela colectiva que cuente lo que fue el conflicto sumando todas las miradas y todas las voces: hay cuentos del frente y la retaguardia, del campo y la ciudad, de la zona nacional y la republicana...

Martínez de Pisón (Zaragoza, xxx) ya había incursionado en este dramático período en libros tan bien acogidos por la crítica como Enterrar a los muertos y Dientes de leche. En Partes de guerra, el novelista se metamorfosea en antólogo para encarar un proyecto que -rememora- "se me ocurrió después de leer unas reflexiones de Italo Calvino sobre los cuentos de la resistencia partisana, donde sugería que todos ellos podían ser leídos como un macrotexto unitario". Para él, "no existe una novela definitiva sobre la guerra española pero sí muchos y muy buenos relatos inspirados en los hechos que se suceden a partir de la sublevación militar de julio del 36 y hasta la definitiva derrota republicana. Así se lo planteé a un amigo editor de RBA, que me propuso asumir el reto".

Al reunir los cuentos, se empleó a fondo para buscar "los puntos de vista menos épicos y, por tanto, menos maniqueos"; para su sorpresa, todos compartían "un afán de reconciliación, de entender al otro".

Desde el principio, hubo un autor fetiche al que convirtió en motor de sus pesquisas: Manuel Chaves Nogales. "El origen de Partes de guerra es mi fascinación por el que considero el mejor libro sobre la contienda española: A sangre y fuego, escrito a principios de 1937 por el sevillano Chaves Nogales y publicado en Chile. En él, las responsabilidades de los desmanes quedaban repartidas entre los matarifes del franquismo y los de las organizaciones revolucionarias". A Pisón le parece que A sangre y fuego "abrió una vía por la que transitaron después muchos otros escritores, al tratar de sacar arte de la guerra desde una visión intensa y al mismo tiempo incompleta como es la que facilita el género del relato".

El también autor de Carreteras secundarias decidió que todos los cuentos debían haberse publicado antes de que iniciara la forja de este volumen. "Creo que la literatura de encargo siempre es mala y de poca calidad. Por eso estoy convencido de que aquí están los mejores cuentos españoles sobre dicho asunto".

Junto a los cuentos escogidos de Chaves Nogales, uno de ellos ambientado entre Sevilla y Cádiz (La gesta de los caballistas), barajó inicialmente una lista de trece o catorce títulos indispensables, entre los que figuraban La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas, con la que se abre la antología; Los deseos, la noche, de Juan Eduardo Zúñiga, y varios textos de Max Aub, "el autor del más completo ciclo literario sobre la contienda". A partir de ahí, se propuso leer el resto de los relatos publicados sobre el tema y aprovechar sus múltiples viajes como conferenciante para rastrear historias que narraran qué sucedió en las distintas regiones españolas.

De este modo localizó algunos como el memorable El final, sobre la brevísima guerra en Cádiz. "No sabía que Fernando Quiñones hubiera escrito nada sobre la guerra, le sorprendió cuando vivía con sus abuelos y sólo le dedicó este cuento, del que estaba muy orgulloso".

Los relatos más recónditos fueron los alejados de los circuitos tradicionales: es el caso de La lección, de Ramón J. Sender, "que sólo apareció en un periódico del año 38 y nunca antes se había recuperado. Tampoco conocía el libro El balcón de Azaña (2000) del poeta malagueño Juan Antonio Olmedo. De él he recuperado el relato La emisora, tan duro y conciso, tan magistral. De los barceloneses Pere Calders y Merce Rodoreda encontré sendos textos que no se habían recopilado en sus Cuentos Completos. También fue grato hallar obras del militar franquista Luis López Anglada, un prolífico poeta que en 1981 runió sus escasos pero excelentes relatos sobre el tema en Los cuentos del coronel, al que pertenece La charca".

Algunas personas e instituciones le ofrecieron pistas suculentas, como Agustín Cerezales, el hijo de Carmen Laforet, quien le descubrió los cuentos de Antonio Pereira y la figura de Jorge Campos, un autor del llamado exilio interior.

En el libro hay varios textos ambientados en Andalucía, además de los ya citados. Max Aub rememora la caída de Málaga y el granadino Manuel Talens sitúa la acción de Jesús Galarraza en las serranías malagueña y gaditana. Francisco Ayala, en cambio, rememora en El Tajo hechos del frente de Aragón.

Autores de estilos diversos, desde Ana María Matute a Edgar Neville pasando por Arturo Barea, comparten una idéntica respuesta al atroz trauma de la Guerra Civil: "Todos se acercan a ella con el respeto y la veracidad del realismo". El libro concluye con una historia autobiográfica de Jorge Campos en el que unos chavales logran escapar de un campo de concentración en Alicante. "Echan a correr pero, al poco tiempo, caminando cada vez con menos entusiasmo, deciden volver tras las rejas porque para ellos España se ha convertido en un campo de concentración generalizado y da lo mismo estar dentro que fuera. Un colofón que anuncia lo que será la inmediata postguerra", concluye.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios