Cultura

El arte español recuerda a Eduardo Úrculo a los 10 años de su muerte

Objetos cotidianos como maletas o sombreros se convirtieron en protagonistas gracias a los pinceles de Eduardo Úrculo, uno de los máximos exponentes de la pintura pop española que falleció hace diez años, al finalizar un almuerzo con personalidades del mundo de la cultura y amigos que se celebraba el 31 de marzo de 2003 en la Residencia de Estudiantes, donde sufrió un infarto.

Con una importancia capital dentro de la llamada nueva figuración madrileña, en sus últimos trabajos Úrculo había retornado al cubismo como se pudo contemplar en la exposición organizada tras su muerte en la Galería Metta de Madrid.

Nacido en Santurce (Vizcaya) y asturiano de adopción, Eduardo Úrculo encontró su destino, la pintura, en la adolescencia, cuando trabajaba como recadero en una empresa minera y contrajo la tuberculosis. En sus comienzos utilizó un expresionismo negro adecuado para reflejar el entorno de la cuenca minera asturiana de los años 40, pero era un pintor de lo feliz. Militante inevitable de la figuración, como él mismo se definía, su obra fue evolucionando hasta la etapa de luz y color de Ibiza, isla a la que se trasladó en 1965 y que cambió su estilo, al igual que los viajes por Europa y la pintura pop, una pintura erótica y festiva con la que realizó una exaltación de la sexualidad cuando era tabú.

En los 70 pasó a ser un artista cotizado cuyo tema central era la mujer, la preocupación por lo sagrado, la diosa madre y el erotismo, con una apuesta trasgresora que le costaría que en una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid algunas de sus obras fueran prohibidas debido a su contenido pornográfico.

Tras tomar la ciudad de Nueva York en los 80 como modelo emblemático de su pintura y el simbolismo del equipaje como una referencia romántica, a finales de los 90 dirigió su labor creativa hacia el mundo del cartel y de la escenografía.

Su última exposición fue inaugurada por la reina Sofía en Pekín. En ella se exhibía una selección de 50 obras realizadas a lo largo de cuarenta años de trabajo que el pintor definió como la culminación de un camino en el que se mostraba el interés que Oriente había despertado siempre en él.

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