Álex de la iglesia. director de cine

"Los directores tenemos que estar pegados a la gente para no perder el hilo"

  • Con 'El Bar', un 'thriller' claustrofóbico de personajes muy al límite, el cineasta bilbaíno inauguró el Festival de Málaga

  • La película se estrenó ayer en los cines españoles

Álex de la Iglesia, en la terraza del Hotel AC Málaga Palacio.

Álex de la Iglesia, en la terraza del Hotel AC Málaga Palacio. / javier albiñana

Una situación de angustia que les hace morir de miedo y les obliga a luchar por la supervivencia transforma -o muestra su verdad, según se mire- a un variopinto grupo que se ve atrapado en una cafetería a la hora del desayuno. Con esos mimbres Álex de la Iglesia teje un thriller que, con dosis de humor negro, arrastra al espectador hasta los infiernos. Mario Casas, Blanca Suárez, Carmen Machi, Secun de la Rosa, Jaime Ordóñez y Terele Pávez protagonizan la cinta con la que se inauguró el vigésimo Festival de Málaga, estrenada ayer.

-¿El bar surge en un momento de histeria colectiva?

-Sí, nos encontramos en un momento de histeria, de crisis, en el que el miedo forma parte de nuestra vida. La película no deja de hablar de ello en un entorno cerrado, pequeño, teatral, en el que de pronto ves las cosas con más claridad. Si los personajes que conforman tu vida o los problemas que te preocupan los extrapolas y los colocas en un pequeño escenario y los representas de una manera ficticia, exagerada, grotesca, trágica, descubres los problemas con mayor realidad, los ves. Ese es el truco de la tragedia, del espectáculo, que te puedes ver reflejado en los personajes o en lo que sufren.

-¿La película más que relatar un hecho habla del propio grupo, de cómo se traducen sus comportamientos en situaciones límite?

-La estructura emocional de los personajes conforma la estructura visual de la película. El bar es una pirámide invertida, un embudo de descenso a los infiernos.

-¿Cuál es ese infierno?

-Pues tú mismo. Tus miedos y tus angustias. Al principio, la parte más ancha, la de arriba es la vida, el bar, donde están tranquilos, protegidos por la hipocresía de vivir su personaje. De pronto un disparo les rompe la vida cotidiana y tienen que esconderse en un almacén en el que se desnudan y descubren cómo son interiormente. Ese es el purgatorio, en el que queman sus penas.

-Luego llega el descenso definitivo...

-Efectivamente, atraviesan el embudo por un agujero estrecho e incomodísimo y allí se encuentran a sí mismos, encuentran la verdad, se limpian para caer en una alcantarilla en la que está su miedo, su demonio.

-Pero realmente no hay buenos y malos en esta película...

-Ese es el tema: que el demonio eres tú, tus decisiones, cuando te ves diciendo que es conveniente o no matar a una persona te contemplas como un monstruo.

-¿Cómo ha sido el trabajo con los actores?

-Muy intenso. Ahora que el trabajo está hecho y que lo disfrutamos todo merece la pena, pero en el momento en el que lo estábamos haciendo nos preguntábamos si valía la pena sufrir tanto. Había momentos en que los actores estaban destrozados, viviendo la película en una realidad paralela. Estuvimos dos semanas o tres encerrados en el bar, otras tantas encerrados en las alcantarillas, sufriendo el olor nauseabundo de ese agua estancada, que se parecía mucho a la realidad.

-¿Qué le exigió a su elenco como condición irrenunciable?

-Que intentaran vivirlo desde su propia piel y era fácil porque la situación se asemejaba a la realidad, a la angustia de estar allí. Es una película de siete semanas en la que todos los actores están todo el rato en escena. Todos los días se les recogía a las 5:00 para pasar por maquillaje y empezar a rodar a las 7:00. Eran unas jornadas terribles que duraban luego once o doce horas y volvían al día siguiente. Les exigí mucho pero a cambio me dieron mucho. He elegido a los actores más generosos.

-¿Esos clientes del bar son un reflejo de toda la sociedad del momento?

-La cinta le debe mucho a contemplar la realidad en directo. Uno de los problemas más graves que puede tener un director es perder el contacto con la realidad, creo que tenemos que estar pegados a la gente constantemente para no perder el hilo. La escribimos Jorge Guerricaechevarría y yo yendo al Palentino a desayunar todos los días. Mirábamos a ver quién entraba y quién salía. El barrendero venía todos los días, también dos señores que nunca llegamos a conocer, el director de una sucursal bancaria, un oficinista..., pero la que explotó la chispa fue la entrada violentísima de un indigente gritando en un idioma extraño que pensamos que nos iba a matar a todos.

-Dice estar muy satisfecho de esta película, ¿por qué?

-No sé si es la mejor, pero para mí es la más redonda porque veo todos los elementos que confluyen y encajan formando una especie de pastel envenenado que me gusta mucho. Estoy muy contento de cómo funcionan todos los elementos, actores, guión, decorado, situación, humor, terror...

-¿Y pasar por el Festival de Málaga qué supone?

-El cine español necesita más que nunca cariño, es un juguete que se puede romper muy fácil y aquí en el Festival de Málaga encuentras mucho cariño a tu alrededor.

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