Crítica de Cine cine

Un cuento contado por un idiota, que nada significa

Michael Fassbender.

Michael Fassbender. / d. s.

Assassin's creedl

Acción, EEUU, 2016, 108 min. Dirección: Justin Kurzel. Guión: Adam Cooper, Bill Collage y Michael Lesslie. Fotografía: Adam Arkapaw. Intérpretes: Michael Fassbender, Marion Cotillard, Michael Kenneth Williams, Brendan Gleeson, Ariane Labed, Carlos Bardem, Hovik Keuchkerian, Jeremy Irons y Javier Gutiérrez.

Los videojuegos, que serán todo lo técnicamente asombrosos que se quiera, tienen pretensiones de gran narrativa y cuentan con turiferarios académicos que los inciensan dedicándoles sesudos análisis. Pues muy bien. Desde hace años inspiran largometrajes peores o mejores que a veces se inscriben en la corriente del cine que convierte a los tipos de los tebeos en atormentados superhéroes pos-wagnerianos. Pues muy bien también. Llega ahora Assassin's Creed, que se beneficia de ambas lindezas, primer largometraje basado en un videojuego que ha saltado de las consolas a tebeos, cortos de animación y hasta novelas. Las cifras que esto ha procurado dan vértigo. Tan en serio se toman algunos los videojuegos que la película anterior del director de Assassin's Creed fue un Macbeth también interpretado por Fassbender y no carente de interés pese a sus excesos neo-digital-tenebrosos.

De Shakespeare a una historia que da brincos por el tiempo arrastrando siglo tras siglo a un tipo que desciende de una secta (Asesinos) enfrentada a otra (Templarios) y con ellos a cruzadas, inquisidores, Colón, los Reyes Católicos, una desdichada Sevilla, la mismísima manzana de Eva y toda la parafernalia de las novelas fantasioso-históricas que desde hace algún tiempo, y al rebufo de algunos éxitos multimillonarios como los churros de Dan Brown, han llenado las estanterías de olvidables libros de caballeros, brujos, nigromantes, buscadores de griales y conspiraciones urdidas por sectas y órdenes misteriosas. Estupideces para pasar el rato (más bien para asesinarlo) que resultan grotescas cuando se las quiere hinchar para convertirlas en lo que no son.

Falto del potente texto de Shakespeare para justificar su oscuro desenfreno visual el director Justin Kurzel hace una película que, paradójicamente, cumple a la perfección la famosa y pesimista definición shakespeariana de la vida: "Un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa". Y que, además de la de Fassbender, desperdicia las posibilidades interpretativas de Jeremy Irons, Marion Cotillard, Brendan Gleeson o Charlotte Rampling, a los que unen unos cuantos actores españoles para dar color local (o inquisitorial). ¿Y saben qué es lo peor? Que la imagen trucada digital de la película parece más falsa que la del videojuego. Afortunadamente, porque se lo merece, se ha estrellado en las taquillas.

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