Manuel Vicent. Escritor

"El corrupto español es profundamente feliz"

  • El autor sigue levantando una literatura alrededor del mar Mediterráneo con 'La regata', una novela coral que acaba de presentar en la Feria del Libro de Sevilla

Manuel Vicent (La Vilavella, Castellón, 1936) es también autor de algunas de las mejores páginas del periodismo español.

Manuel Vicent (La Vilavella, Castellón, 1936) es también autor de algunas de las mejores páginas del periodismo español. / David Arquimbau (efe)

Manuel Vicent (La Vilavella, Castellón, 1936) es un escritor de balanceo marinero. De ahí que gaste un educado cabreo hecho de sentido común mientras tira palabras en una inteligente combinación de ideas y silencios. Él, que ha escrito algunas de las mejores páginas del periodismo español, ha levantado también una literatura alrededor del Mediterráneo cuya última entrega es La regata (Alfaguara). En algunas de estas páginas cabe un inventario de belleza inmediata, aunque, en realidad, esté ajustando cuentas a la corrupción y al dinero fácil. Ayer la presentó en la Feria del Libro de Sevilla.

-En La regata está otra vez el mar. En su producción literaria siempre está el mar.

-El mar es mi territorio. Yo he pasado mi vida ahí, desde niño. Todas mis primeras sensaciones las tengo vinculadas a ese territorio. El mar siempre ha estado presente en el horizonte. Desde la casa donde nací, desde mis primeras correrías por el monte, yo siempre he visto una línea azul que yo casi la confundía con mi pensamiento. Luego, el Mediterráneo lo he descubierto cuando lo perdí. Cuando me fui de allí, empecé a convertirlo en una materia literaria.

-¿Es el mar una escuela para la vida tal como recuerda uno de los personajes de la novela que le decía su abuelo, un viejo pescador?

-Sí, por supuesto. El mar impone sus reglas, no admite frivolidades. A los fatuos los puede humillar en un segundo y a los humildes les da la posibilidad de convertirse en héroes. Por otra parte, un navegante corrupto siempre tiene que cumplir las leyes del mar porque, en caso de no hacerlo, naufraga. En este aspecto, el mar siempre impone sus reglas.

-En ese espejo de la realidad actual que es el Mediterráneo de La regata no salimos, precisamente, bien parados…

-El Mediterráneo es un espejo cóncavo, deformante, que saca lo peor y lo mejor de nosotros mismos. No hay que olvidar que, lejos de la publicidad turística alrededor del sol, también es el caos. El Mediterráneo es una conjunción entre la armonía y la convulsión, entre la guerra y los placeres… Sin ir más lejos, el Partenón, reflejo de la belleza, es el producto de una explosión de dinamita.

-¿Ha cambiado algo ese Mediterráneo del que, por ejemplo, aparecía en su novela Son de mar (Premio Alfaguara, 1999)?

-Son de mar es una historia de amor, mientras que La regata es una novela coral, llena de mucha gente. Hay corruptos, gente fatua, claro, pero hay otros que aman el mar: ese Mediterráneo que un día fue un paraíso que decidimos perder.

-¿Ese paraíso lo cree hoy definitivamente perdido?

-La especulación, unida al mal gusto, ha destruido el Mediterráneo. Pudo haber sido una empresa turística, de la que podríamos haber vivido bien, muy bien, nosotros, nuestros hijos y los que vienen a visitarnos. Sin embargo, a partir de los años sesenta, cuando empezó en España la expansión económica, se decidió por la indolencia, el mal gusto y la especulación convertirlo en una gran empresa constructora. En el Mediterráneo han mandado los constructores. Así está hoy: bombardeado de cemento.

-"Parecía que todo el mundo pugnaba por darle la mano a un ladrón", se lee en un pasaje de la novela. ¿Los corruptos tienen prestigio? ¿Son unos triunfadores?

-En todas las reuniones sociales, en todas las fiestas nocturnas, en las terrazas de los clubes náuticos, uno nunca sabe a quién le da la mano. Hubo un momento, sí, en el que los que hoy están en la cárcel fueron los grandes héroes de nuestra sociedad.

-¿Tiene el corrupto español alguna particularidad?

-Sí, claro. Es profundamente feliz, está encantado de haberse conocido. En España, la corrupción es una fiesta. En la novela, por ejemplo, está representada por un político, un ministro del PP que pasó por las filas del PSOE y antes por UCD, que se siente culpable sin saber qué delito exactamente ha cometido. Desconoce por cuál tropelía ha salido su cara en la televisión.

-¿Le sigue interesando hoy la política? ¿Ha seguido, por ejemplo, este fin de semana las primarias del PSOE?

-La sigo desde un punto de vista desmoralizado, podríamos decir. Yo atiendo a la política, pero cada vez con más escándalo, con más decepción. Con todos sus problemas, los medios de comunicación siguen bombeando basura a la superficie, lo que quiere decir que en este país todavía hay democracia. Porque la democracia consiste, básicamente, en la limpieza continua con bombas de achique para sacar a la superficie la corrupción. Sí sucede que esa basura está demasiado tiempo en las esquinas… Los jueces tendrían que ir más rápido para limpiar esa basura de las calles.

-En La regata también hay cierta decepción con el periodismo…

-El periodismo actual tiene todas las mismas connotaciones que la sociedad y que la corrupción, en particular. No podemos evitar el país en que vivimos. Hay periodistas buenos y hay periodistas malos, hay periodistas corruptos y que se dejan llevar por la costumbre, y hay periodistas que cumplen con su obligación. Yo creo que, hoy, el buen periodismo está haciéndose en la frontera de la lucha contra la corrupción.

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