Cultura

"Sin la bravura del toro la fiesta es una comedia"

  • El autor valenciano reúne en 'La geometría y el ensueño' (Fundación Lara) una muestra de poesía taurina que huye de la grandilocuencia funeraria

Hijo "de un gran aficionado y manoletista furioso que fue crítico taurino en su juventud", el poeta y narrador Carlos Marzal (Valencia, 1961) aprovecha la presentación de La geometría y el ensueño, la muestra de poesía taurina que ha reunido para la Fundación Lara, para acudir a una corrida de Cuadri en la Maestranza. El autor de Metales pesados (Premio Nacional de Literatura y de la Crítica) recuerda muchas tardes inolvidables y hasta la nocturna de El Puerto en la que vio a Rafael de Paula con su amigo Felipe Benítez Reyes. Marzal no tenía ningún libro exclusivamente dedicado a la fiesta aunque sí poemas taurinos aislados, dos de los cuales incluye en este volumen donde se dan cita autores tan relevantes como Pablo García Baena, María Victoria Atienza o Téllez.

-Esta antología no hubiera existido, explica en el prólogo, sin la insistencia generosa de Ignacio F. Garmendia. ¿Cuál es el punto de partida e intención de la obra?

-La idea es de Ignacio y en cuanto me propuso el proyecto me pareció estupendo. Garmendia conjuga las mejores virtudes del editor: sabiduría y conocimiento de la literatura, una amabilidad y paciencia extremas y una magnífica eficacia para colaborar con los autores. Hay miles de antologías taurinas y algunas son enciclopédicas pero creo que la mayoría pecan de estar hechas con más apetito documental que criterio poético. Eso se nota porque hay mucha hojarasca y mucho poema que sí es taurino pero es poco poema. Yo he querido lo contrario, que prime la buena literatura. Por eso además de incluir poemas ya escritos que me interesaban, propuse a un grupo de autores el reto de escribir uno ex profeso para el libro. Hay gente que es completamente incapaz de escribir por encargo pero para otros es un acicate, un incentivo. Agradezco mucho a Manuel Vilas, Luis Alberto de Cuenca, Raquel Lanseros, Antonio Lucas y Agustín Pérez Leal su participación.

-El de Vilas, No te veré morir, es rompedor y muy rockero.

-Tiene el toque de la casa, el toque Vilas: un poco de taurinismo, de tragedia rockera. Es un poema muy intenso, como todo lo de Manolo.

-Reivindica a José Alameda, un hombre de otra época cuyo poema El torero abre la antología.

-Es el que se sale más de los límites cronológicos. Fue un republicano y gran crítico taurino, un excelente poeta que hizo su vida en México. El periodista taurino Francisco Aguado me puso tras su pista y descubrí el magnífico Seguro azar del toreo, del que selecciono dos. Es un poeta muy en la senda del 27, el título de su libro ya nos remite a Salinas y creo que será un descubrimiento para los lectores de la antología.

-Prescinde en cambio de algunos de los clásicos más obvios de la poesía taurina.

-No están aquí los grandes poemas de los grandes maestros del 27, como el Llanto de Lorca o los de Bergamín, Gerardo Diego y Alberti, ni tampoco sus antecesores del modernismo como Manuel Machado porque ya los incluyen todas las antologías. He fijado el inicio cronológico en la Segunda Generación de Posguerra aunque algunos autores exceden un poco esos límites, hay alguna pequeña traición a las coordenadas temporales. Comienzo con la generación de José Hierro para pasar luego a la de los 50 con Ángel González y Claudio Rodríguez y llegar hasta nuestros días.

-Sorprende que no haya poemas ni de Caballero Bonald ni de Francisco Brines.

-Aunque Pepe sea un aficionado tangencial no encontré ninguno suyo. Lo extraño es Brines. Como espectador es el poeta más aficionado y entendido de su generación y sin embargo no tiene ningún poema taurino. Su única referencia al tema además no es positiva y pertenece a un poema de su libro Palabras a la oscuridad que alude a una corrida de la feria de Valencia en la que toreaba El Cordobés y de la que salió muy decepcionado. Lo que demuestra que la poesía no se escribe cuando uno quiere sino cuando la poesía quiere dejarse escribir.

-Hay muchas gratas sorpresas, como los versos del director de la Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla o los que Benítez Reyes dedica a su amigo y gran aficionado, el pintor Ricardo Cadenas.

-José Daniel M. Serrallé es muy buen poeta además de un tipo magnífico. El de Felipe Benítez Reyes, El paseíllo, se había publicado antes en varios sitios, es muy bonito.

-Abundan los sonetos, ¿se prestan mejor al arte taurino?

-El molde tan estricto del soneto viene muy bien para el poema de ocasión o de encargo, a mí al menos me ayuda a pensar, pero al mismo tiempo te permite la libertad de expresión, esto es muy interesante.

-De Aquilino Duque (Sevilla, 1931) ha incluido dos trabajos.

-Aquilino es autor de muy buenos poemas taurinos y tiene muchos más pero estos dos me gustaban especialmente y los publiqué en Valencia hace tres décadas en una revista de literatura y toros, Quites, que yo dirigía. Aquilino luego los incluyó en otros libros pero su primera aparición fue en Quites.

-¿Qué aportan a su visión de la tauromaquia los conceptos de geometría y ensueño que dan título a la antología?

-Me parecieron dos conceptos interesantes para aunar toreo y poesía. Por un lado la geometría hace referencia al oficio, al conocimiento técnico que hay que tener tanto de la poesía y del toreo, a esa matemática que hay que ejecutar para que suceda el arte. Y por otra parte está lo inexplicable, la conmoción estética, la emoción, que es el ensueño. El toreo y la literatura nos hacen soñar y nos trasladan al ensueño pero mediante la técnica y el oficio.

-Su prólogo, donde reitera que los toros ya no son lo que fueron, ni podrán volver a serlo, tiene un tono crepuscular.

-Crepuscular no, realista. El mundo ha cambiado y si el mundo de los toros no se da cuenta es un mal para la propia fiesta. En la época dorada del toreo era el único espectáculo, el fútbol no existía prácticamente, al menos como lo conocemos, no había televisión, el cine estaba en pañales... Hoy la competencia es inmensa. Como espectáculo los toros nunca volverán a tener la importancia universal que tuvieron pero eso no les quita grandeza, sólo los convierte en otra cosa.

-Asegura que la lidia en el futuro será un espectáculo minoritario como la ópera o la danza.

-Son artes destinadas más que a un público a unos espectadores concretos. Se dice que la poesía no tiene públicos sino lectores. Salvando las distancias el toreo, cuyo público es multitudinario, será para una cofradía de devotos, una secta de entendidos. Pero si la fiesta se termina no se acabará por los enemigos de afuera sino de dentro. Terminará cuando no haya toros, cuando los toros no embistan y el animal pierda bravura. Sin la bravura del toro esto no tiene sentido, es una comedia. Si no existe la esencia trágica que la proporciona la bravura del toro, esto se extingue. No creo que el peligro sea la prohibición y el antitaurinismo, siempre hubo decretos contra los toros, leyes, épocas gubernamentales antitaurinas... Y la fiesta ha sobrevivido a todas, a la monarquía, la república, a la democracia, a todo.

-Su particular motivo de inspiración aquí es Juan Belmonte.

-Belmonte es el gran mito del toreo, el supremo. Lo tiene todo. Por un lado es uno de los toreros que funda una época y una manera de torear. Tiene la leyenda literaria: el torero intelectual, amigo de escritores y filósofos. Y por si fuera poco es el torero suicida.

-¿Qué otros autores sorprenderán a los lectores del libro?

-Hay un poema muy poco conocido de Francisco Umbral dedicado a Manolete que es magnífico y otro poco conocido de Fernando Quiñones a Domingo Ortega que es estupendo. Me gusta mucho Conjuros de Javier Villán. Es una antología muy variada. Hay poemas muy de aficionados y otros donde lo taurino es una referencia más, un tema más sobre el que reflexionar como los artistas antiguos pintaban vírgenes sin necesidad de ser devotos. Ocurre un fenómeno curioso: el espectador taurino, que debería ser ilustrado casi por necesidad, muchas veces vive de espaldas a la enorme tradición pictórica, musical, literaria que existe alrededor del mundo de los toros cuando es fundamental que eso forme parte de la memoria del espectador para disfrutar la fiesta. No hay que ser taurino para disfrutar de un libro de poesía taurina pero mi antología está hecha más para los amantes de la buena poesía que del buen toreo.

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