Cultura

Win Wenders apuesta por el 3D más íntimo en la Berlinale

En vísperas de ser homenajeado con el Oso de Honor, el cineasta alemán Wim Wenders presentó ayer fuera de concurso el drama Everything Will Be Fine, en el que explora las posibilidades del formato tridimensional para narrar una historia íntima sobre la culpa y la redención.

En su tercer título en esta Berlinale tras Queen of the Desert y I Am Michael, el polifacético James Franco encarna esta vez a un escritor que en una fatídica tarde de invierno arrolla a un niño con su coche. Además de este particular uso del 3D, que según apuntó James Franco ayuda "a subrayar a los protagonistas y confrontarlos con el público", destaca también la potente banda sonora del ocho veces nominado al Oscar Alexandre Desplat.

Rodada entre Montreal y la pequeña ciudad canadiense de Oka, con temperaturas extremas que llegaron a los -30 grados, la película sigue las vidas de estos tres personajes a lo largo de 12 años. Cada uno afronta la pérdida y la culpa a su manera, pero todos se dan cuenta de que el tiempo por sí solo no cura las heridas: "La muerte no es el tema dominante de la película, todo lo contrario: es la sanación" -dijo el director de filmes como París, Texas-. La mayoría de las películas se centran en la herida, en el sufrimiento, y yo quería resaltar el proceso de cómo uno llega a curarse.

El único título a concurso de la jornada fue el ruso Under Electric Clouds, un poético relato firmado por Alexey German Jr. que, a través de diferentes episodios, va hilando el presente, el pasado y el futuro de Rusia. Con todo, pese a sus artísticas intenciones, no consiguió entusiasmar a la crítica.

El hijo del también cineasta Alexey Yuryevich German se sirve de un simbólico lenguaje visual y largos planos secuencia para ahondar en el alma de su patria. "Es un intento de arrojar luz a la complejidad de Rusia, y creo que para expresarlo sólo se puede utilizar la forma de un poema", explicó.

Un puente inacabado, gente que deambula sin rumbo o una estatua de Lenin cuyo brazo derecho apunta a la nada son algunas de las estampas impresionistas con las que, a lo largo de siete capítulos, se condensa la convulsa historia de Rusia en el último siglo desde una mirada espiritual.

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