ESTRENOS

Will Smith, el último hombre sobre la Tierra

  • El actor protagoniza una nueva adaptación de la novela de Richard Matheson ýSoy leyendaý, un clásico de la ciencia ficción llevado al cine por Francis Lawrence que llega este miércoles a las salas españolas.

“Me llamo Robert Neville. Soy un superviviente que vive en la ciudad de Nueva York. Si hay alguien ahí… alguien, sepa que no está solo”.

Ese es el mensaje que día tras día transmite por radio el científico Robert Neville, único superviviente de un virus que ha asolado las calles de la Gran Manzana y que bajo la luz del sol pasea por el desierto Manhattan con la única compañía de su perro Sam y por las noches se resguarda en una fortaleza de unas terroríficas criaturas que un día fueron hombres y que ahora no son más que animales sedientos de sangre.

Will Smith protagoniza esta nueva adaptación de la novela de Richard Matheson Soy leyenda, un clásico de la ciencia ficción publicado en 1954 que ha sido llevado a la pantalla en los años 60 (The last man on Earth, dirigida por Ubaldo Ragona y protagonizada por Vincent Price) y en los 70 (El último hombre... vivo, titulada originalmente The Omega man y dirigida por Boris Sagal y protagonizada por Charlton Heston) y que ahora vuelve al celuloide de la mano de Francis Lawrence (Constantine) y con un guión de Akiva Goldsman.

Ambientada en el año 2012 (es decir, a la vuelta de la esquina, nada de futuros remotos e improbables), Soy leyenda arranca con el descubrimiento de una vacuna contra el cáncer. El científico al que encarna Will Smith es uno de los profesionales que participan en el proyecto, que teóricamente salvará a la humanidad de la enfermedad.

Como suele pasar en las historias de tintes apocalípticos, nada sale como debería. La vacuna se convierte en un retrovirus letal que acaba con la vida de millones de seres humanos y convierte a los que sobreviven en algo parecido a vampiros que vagan por los solitarios túneles del Metro en busca de algo (no importa su procedencia) que echarse a la boca.

Pero por alguna inexplicable razón (tal vez por haber sido parte activa en su desarrollo), el virus no afecta a Robert, no lo mata ni lo transforma, pero sí a todos cuantos conocía y quería, incluidas su mujer y su hija.

Solo, a la deriva en una gran ciudad despoblada (gran parte del presupuesto del filme se ha invertido en destrozar espacios emblemáticos de Nueva York como el Puente de Brooklyn) en la que día a día va ganando espacio la naturaleza (desde la proliferación de vegetación salvaje hasta la presencia en pleno asfalto de manadas enteras de feroces animales hambrientos), el personaje de Will Smith se aferra con uñas y dientes a la rutina para no perder la cordura, una rutina que guía sus pasos de día (ejercicio físico, paseos por los abandonados comercios para hacer acopio de provisiones, jugar al golf sobre un caza abandonado) y de noche (hacer frente con todo el arsenal de que dispone a los llamados infectados).

Tres años después de la infección, Robert decide que ya es hora de dar un paso adelante, de poner fin a lo que no es sino una lenta y tediosa carrera hacia la muerte. Y mientras sigue repitiendo su desesperado mensaje en busca de otro ser humano, decide poner en marcha un plan para acabar con el virus y salvar a otros supervivientes de la plaga, si es que hay alguien ahí fuera.

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