Crítica de Cine

Vivir a pesar de todo: una odisea real

¿hay un trasfondo psicológico profundo tras esta película? La dirige el actor sin rostro Andy Serkis, que se ha hecho famoso por poner expresión a través de la técnica digital de captura de movimiento al Gollum de El Señor de los Anillos, el King Kong de Jackson o el César de la última trilogía de El planeta de los simios. Y trata del caso real de Robin Cavendish a quien la poliomelitis, contraída a los 28 años, condenó a una total inmovilidad con la sola excepción del rostro, a depender de la respiración asistida y a un diagnóstico de muerte inminente. En un combate titánico Cavendish decidió vivir contra todo diagnóstico -y lo logró, falleciendo a los 64 años- y dedicar esa vida, contra toda limitación, a la lucha por el tratamiento de los discapacitados y por la tecnología que mejore sus vidas. Por lo que he aquí que el actor sin rostro dirige aquí a otro actor, Andrew Garfield, que sólo cuenta con el rostro para expresarse.

Serkis dirige con un oficio sorprendente en un debutante, en un tono sereno y clásico muy británico. Tanto que incluso podría incurrir en el academicismo. Imposible saber si esta contención es fruto de su seguridad en sí mismo, confiando en el relato y poniéndose artesanalmente a su servicio, o si por el contrario lo es de una inseguridad que se agarra a lo normativo. Tiene a su favor a un auténtico genio de la dirección de fotografía, Robert Richardson, colaborador de Stone, Scorsese y Tarantino con trabajos que fueron nominados al Oscar (Platoon, Nacido el 4 de julio, Casino, Django desencadenado) o lo ganaron (JFK, El aviador, Hugo). Richardson da una carnalidad a los personajes y una realidad dramática -además de belleza- a los paisajes africanos e ingleses que agrandan la película.

Las interpretaciones de Andrew Garfield y Claire Foy, lógicamente más dificultosa la de él, limitado al gesto facial y la voz, pueden pecar del exceso de optimismo algo superficial que impregna toda la película. Algo imputable a la dirección de Sarkis y sobre todo al guión de William Nicholson, quien tras el éxito de sus guiones para Gladiator y Los miserables parece haberse especializado en historias de superación tras escribir en los últimos cuatro años Mandela: del mito al hombre, Invencible y Everest. Lo peor de esta digna película es el episodio español. Como siempre.

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