Cultura

Talento a base de identidad

  • Amparo López, nieta de Cruz Herrera, inaugura en la galería Ortega Bru una treintena de obras en las que el impresionismo bordea a la abstracción

Una treintena de cuadros cuelgan en las paredes de la galería Ortega Bru de San Roque, atrapados entre un impresionismo que bordea la abstracción. La sanroqueña Amparo López Cruz Herrera inauguró ayer en su ciudad natal una selección de obras, la mayoría recientes, en las que refleja esos matices que ha ido depurando desde que se dejara llevar por este amor incondicional por la pintura que le inyectó su abuelo, el ilustre linense José Cruz Herrera.

Su estilo paisajista se plasma en unas obras en las que el corazón marca el paso de su pincel. La luz recorre la exposición desde reflejos del mar, el cielo, la naturaleza entre flores y campos, así como la presencia de Marruecos, siempre destacada en su obra. Son obras luminosas y tiernas con colores delicados. "Mis cuadros transmiten paz y armonía".

Reconoce el peso del apellido de su abuelo, pero siempre ha intentado diferenciar su obra con un estilo propio. "Creo que lo estoy consiguiendo porque la tercera generación haciendo lo mismo y mal no....".

Una exposición es como desnudarse, reconocía ayer, por eso aprovechó las horas previas a la inauguración para seguir pintando. Entre sus últimas muestras ha visitado Gibraltar, el museo del Istmo de La Línea, Málaga, París, Biarrit o Marbella. López lleva toda la vida pintando. "En mi casa otra cosa no, pero pinceles y óleos era lo que había". De pequeña dibujaba con pinceles lo que ha marcado que a sus 62 años pueda decir que lleva alrededor de treinta años de carrera profesional.

La galería Ortega Bru abrió la puerta a una selección de obra diferente e interesante, sumando alguna pieza anterior. La técnica radica básicamente en óleo y tela, aunque últimamente está dejándose llevar hasta el punto de pintar con los dedos, "del cerebro a la mano", generando un difuminado especial. De lo que se trata es crear y la inspiración "viene trabajando", subrayó. Se define como una pintora impulsiva, nada detallista.

No puede olvidar a su abuelo José Cruz Herrera. "Su pintura es única, tenía un color alucinante y su hija -la madre de Amparo López- prácticamente igual". Cada día siente más admiración por su abuelo en su intento de alcanzar la belleza a través de la pintura, siendo muy autocrítica con ella misma. "Como tenía a ellos que eran grandes, a mi me ha quedado un pedacito nada más", en alusión al majestuoso talento de sus familiares.

Su pasión por la pintura le viene de familia, de pequeña se dedicaba a pintar y considera que su aula fue su abuelo, como catedrático, y su madre. Los mentores los tenía en casa. Sus consejos y el aprendizaje de ellos ha ido hilvanando una carrera profesional y personal.

López Cruz creció entre los olores de pinturas y óleo de la lona del taller de su abuelo, el famoso José Cruz Herrera, presidente de la Academia Nacional de Artes y fundador del prestigioso museo que lleva su nombre. Los primeros juguetes de Amparo fueron los pinceles y pinturas de su abuelo y de su madre, la también artista, fallecida hace tres años. Hay una cuarta generación de artistas pujando, como son su propia hija y su sobrina, por lo que el legado del talento artístico de Cruz Herrera está salvaguardado.

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