Cultura

René Clair: agujeros en la memoria del cine

Después de Bergman, el cineasta moderno, las Initial series de Cameo se apartan de los noveles (Reygadas y Akin), para tratar con el clasicismo de René Clair. Es curioso -no sabemos si reivindicativo- y elogiable este rescate, pues sobre el director de À nous la liberté pesa la losa del más injusto olvido, y eso que Clair, tanto en el mudo como en el sonoro, fue considerado por crítica, historiadores y público como uno de los más importantes cineastas del mundo.

Hay que entender este ostracismo cinematográfico atendiendo a la censura que en el pensamiento sobre el cine introdujeron los jóvenes turcos de la nouvelle vague al justificar su particular política de autores a partir del a veces cruel enfrentamiento contra la famosa cierta tendencia del cine francés (el academicismo y las adaptaciones literarias de qualité), aunque esto no parece explicar del todo este caso. Pues si cierto es que Clair no es Renoir, que la vida no palpita igual en sus encuadres y que su obra busca el vínculo intelectual antes que el sensorial con el espectador, lejos estamos de un hombre tibio en las formas, en exceso concernido con los contenidos ecuménicos en detrimento de los continentes precisos: en el mudo fue perfilando una escritura (Entr'acte, Paris qui dort, Le voyage imaginaire...) grácil pero rotunda a la que la llegada del sonoro (Bajo los techos de París, À nous la liberté) no restó pregnancia ni, tan siquiera, le hizo acusar la habitual parálisis por sobredosis de palabra (a Clair el sonido no lo llevó al teatro, sino a la música popular, al cancionero que generaban las efemérides francesas). El cineasta no documentó la palabra (como otros clásicos con mejor fortuna crítica: Pagnol, Guitry), sino que la incorporó a su universo de animado chovinismo, el mismo que, antes y después de la aventura en Hollywood, participó del realismo poético, esa aventura naïf de fatalismo y cartón-piedra que tantos malentendidos ha suscitado (por ahí, creemos, le vienen los problemas de visibilidad a Clair).

En este pack se hace hincapié en el cine sonoro del francés, en los primeros títulos -À nous la liberté (el gran clásico influido por e influyente en Chaplin, quien lo tuvo en mente para su Tiempos modernos) y 14 de julio, una historia de amor dramático bajo el cielo lluvioso del París en feria-, y en el que fuera clausura tardía de ese realismo de pavimento mojado y antihéroes en fuga, Puerta de las lilas, donde los tintes trágicos sí tienen un peso determinante, tiñiendo de espeso negro un relato de gentes humildes y condenadas a la desilusión. Era 1957, y otros modernos parisinos iban a decidir el futuro del cine.

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