Cultura

Platero adulto

  • Este mes se conmemora el centenario de la edición completa de la obra universal de Juan Ramón Jiménez, cuya versión breve se publicó en 1914

Juan Ramón Jiménez recibe de un grupo de escolares en Puerto Rico una reproducción de Platero en paja y tela. Es la última fotografía del poeta con vida.

Juan Ramón Jiménez recibe de un grupo de escolares en Puerto Rico una reproducción de Platero en paja y tela. Es la última fotografía del poeta con vida. / el día

Felicidades a Platero, por sus 100 años de aquella mayoría de edad alcanzada cuando vio la luz la edición completa que preparó Juan Ramón Jiménez para desquitarse de la -para él- desafortunada primera edición menor, o breve, que vio la luz en 1914. Fue entonces cuando se entendió porqué Juan Ramón reclamaba insistentemente que él no había escrito un libro para niños, tal como nos muestra esa edición completa de 1917 que contiene toda la esencia global de este maravilloso libro.

Aunque 2014 fue elegido "por cuestiones prácticas" Año Platero, y en torno a él se organizaron toda una serie de actos, conferencias, congresos y exposiciones, lo cierto es que en justicia este 2017 debería haber sido considerado el verdadero Año Platero, ya que así se le podría reconocer todo su valor a los matices de la completa edición tan cuidada por Juan Ramón. Una publicación muy por encima del significado que tuvo la edición menor de 1914.

De hecho, cuando la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez decidió lanzar una edición especial para conmemorar el Año Platero, no eligió aquella edición menor, o breve, cuyo centenario se estaba conmemorando en 2014, sino que resolvió publicar un Platero y Yo en edición completa, con sus 138 capítulos, más apéndices y complementos. El éxito de la publicación no venal ha sido tal que la Fundación ha puesto en circulación, hasta el momento, cuatro ediciones de este libro.

Ahora en 2017, el centenario en este enero corresponde a un Platero adulto, a esa edición completa encorsetada entre una sucesión de importantes publicaciones juanramonianas que, sin duda, está condicionando una mayor atención y valoración, muy lejos del reconocimiento de aquel Platero iniciático de 1914, si bien no es tarde para dedicarle el merecido homenaje al esfuerzo de Juan Ramón por terminar la que ha sido su obra más difundida, extendida y reconocida.

La edición completa de Platero sucedió a la publicación de Estío, presentada justo un mes antes (diciembre de 1916), de la que Juan Ramón llegó a decir que "es el libro mejor que he escrito, porque tiene más sangre y más cenizas que ningún otro". Y enseguida apareció Sonetos espirituales, en febrero de 1917, y Diario de un poeta recién casado, en abril de 1917, del que el autor volvería a decir que era su mejor libro, todos editados por la Casa Calleja, en ediciones cuidadas y preparadas por el propio Juan Ramón, quien vivía en ese instante un momento mágico tras su boda con Zenobia.

Y en agosto, en Nueva York, la Hispanic Society publicó su primera antología bajo el epígrafe Poesías escojidas (1899-1917). Son estos los centenarios que vienen y que hacen que 2017 sea de verdad el año del escritor de Moguer, por la importancia de sus obras publicadas hace cien años. Al menos, queda el consuelo de la extensa programación preparada para celebrar especialmente aquel Diario de un poeta recién casado, de vital importancia en la vida y obra de Juan Ramón, hasta el punto de que quedó marcado como uno de sus libros preferidos. Sin embargo, tal reconocimiento no debiera anular el otro.

En diciembre de 1914 lo que salió de imprenta fue la versión recortada de lo que el autor onubense estaba preparando. Él pretendía incluir a su Platero en las elegías de una edición de su Obra Completa, que nunca llegó a rematar, así que por fortuna las circunstancias de aquel momento obligaron a la prematura salida de una selección de capítulos de su Platero.

En realidad, lo de 1914 fue una especie de antología sobre lo que el poeta moguereño estaba preparando y que conoceríamos en su versión completa en enero de 1917. Hasta el mismo poeta, en el capítulo Platero de cartón, que apareció en la edición completa, advirtió que aquel primer Platero era solo "un pedazo" de la edición mayor de 1917.

Un enfado en el noviazgo con Zenobia, "Miss Rápida" como él la tildó, llevó al retraso en la entrega comprometida de la primera traducción al alimón entre Zenobia y Juan Ramón de La luna nueva, de Rabindranath Tagore -se publicaría en 1915-, lo que unido a la presión y malévola habilidad del editor Francisco López Acebal convencieron a Juan Ramón de la apresurada entrega de una selección de algunos capítulos sobre la obra que preparaba el poeta y que estaba aún inacabada.

"Vuelto yo a Madrid, 1912, Francisco Acebal, director de La Lectura, que leyó algunos de mis manuscritos de Platero, me pidió una selección para su Biblioteca de Juventud (…) No es, pues, Platero, como tanto se ha dicho, un libro escrito sino escojido para los niños".

Así insistía Juan Ramón en detalles de aquella edición recortada de 1914, para el Tomo IV de la Biblioteca de Juventud, que tanto le defraudó por considerarla descuidada. Dice que "cualquier escritor de nuestra minoría sin duda miraría cien veces una prueba antes de darle el tírese", denotando su inmenso interés por las artes gráficas. Pero eso lo dijo después de conocer una edición que no le gustó, porque hasta su sobrino, Francisco Hernández-Pinzón, recibió una carta avisándole de que le enviaría Platero "en una buena edición completa (no infantil)".

Aquel Platero supuso un puñetazo al orgullo del meticuloso y sensible poeta. Nada de él llegó a gustarle, ni siquiera aparecía su nombre en la cubierta. El título no lo eligió él, ya que barajaba otros (Platero residente, Platero, Primer Platero, Otra vida de Platero o Último Platero), aunque con el tiempo lo aceptó y adoptó en sus repetidas ediciones.

Las tapas coloridas ornadas de rosas no encajaban en su concepción de lo que debía ser el libro, ni las ilustraciones de Fernando Marco que en su opinión no respondían al clima e imagen escrita; ni siquiera la descuidada edición para la que no ahorró críticas y para colmo se encontró con que aquella edición abreviada tenía "otro Platero", una edición paralela con tapas duras enteladas grisáceas sin que tampoco apareciese su nombre en la cubierta y con un interior idéntico. El editor lo engañó, ya que se apropió de los derechos del libro y lanzó conjuntamente otra edición paralela con el mismo contenido pero con distinta portada y sobre la que tiró 5.000 ejemplares, que se sumaron a los 3.000 de la edición floreada y por los que había pagado 500 pesetas (tres euros) al poeta.

Este otro Platero le disgustó sobremanera y se empeñó en acabar el libro para limpiar la traición y el engaño que había sufrido. Incluso escribió un nuevo capítulo, Platero y los jitanos, (inédito hasta tiempos más recientes y que ya está sumado al Platero y yo definitivo) en el que Juan Ramón dejó claro su enfado: "…te puso a su gusto, un poco ridículo, en 150 páginas de un papel forrado con flores y con dibujos elementales (…) Platero, creí yo que te había prestado y que eras mío, cuando te vi, otro tú, en la feria, con un cartel que decía: "Libro escolar", a 0,75 céntimos. ¡Quién te conocía! ¡Tú, maestro de escuela, Platero!".

Éste es el Platero menor que en 2014 se llevó todos los honores y afectos, actuando al son de 1914, homenajeando más que la obra de Juan Ramón, la de Francisco López Acebal, el sibilino editor de La Lectura. Y sin embargo el Platero ampliado y reordenado, el completo de Juan Ramón, el de 1917, el que contiene la más mordaz crítica social que supera cualquier interés infantil por aquel borriquillo, alegre compañero de un poeta loco, no debiera relegarse indiferente, ya que deberíamos velar por la esencia del más querido legado del poeta.

Juan Ramón se implicó a conciencia en la edición completa de 1917, profundamente revisada y reordenada al compás de las cuatro estaciones climatológicas del año, ampliando su trabajo a 138 capítulos -frente a los escogidos 63 de la edición menor- en los que caleidoscópicamente repasó la sociedad moguereña de aquel tiempo, posicionándose en cuestiones sociales, lo que ocasionó que "por pernicioso" fuese uno de los libros retirados de las bibliotecas públicas tras la Guerra Civil española.

Como señala la filóloga Carmen Bravo-Villasante, "es imposible trazar una línea formal entre el género infantil y el de adultos. En este caso, el libro tiene el extraordinario mérito de valer para todas las edades", por eso me pregunto si todavía duelen aquellas críticas antisistema contenidas en Platero y sólo nos hemos acordado con lo escogido para niños.

No podemos quedarnos en el enternecedor e infantil primer capítulo, porque lo cierto es que en la edición completa el poeta abarca una enorme riqueza de dramas, donde el dolor, la injusticia o la muerte se entremezclan en medio de una expresiva belleza regalada por Juan Ramón, en un periodo de plenitud creadora. Piezas breves, sentimentales, donde se repasa la vida cotidiana llena de sombras de la blanca ciudad de Moguer, en la que aparecen niños pobres, sucios, andrajosos, tontos, enfermos, vagabundos, borrachos, gitanos pulgosos, animales maltratados, perros sarnosos, una brutal maestra, curas malhablados, contrabando, un río contaminante y fobia a las procesiones, los militares, las corridas de toros, las peleas de gallos… ¡Y los Judas!, "…solo que Judas, hoy, Platero, es el diputado, o la maestra, o el forense, o el recaudador, o el alcalde, o la comadrona…". Es la descripción de una paupérrima España en el espejo de un pequeño pueblo andaluz. Con razón Francisco Giner de los Ríos, tras leer el libro, le dijo: "…usted debía hacer versos políticos, ser el poeta político como quiere Ortega [y Gasset]".

Entre el Platero de 1914 y el de 1917 no hubo ninguna otra edición. En América salieron algunas ediciones clandestinas posteriores y en 1922, en EEUU e Inglaterra, se publicaron varias especiales para enseñanza, en un binomio inglés-español, como libro de ejercicios y lectura para estudiantes de lengua española. La siguiente edición apareció en 1926, tras dirigir Juan Ramón Jiménez las publicaciones de la Residencia de Estudiantes y desde entonces el libro no ha dejado de publicarse. La primera traducción completa a una lengua extranjera se hizo al italiano en 1943. Son hoy más de 50 lenguas en las que se puede leer Platero y Yo, el libro más universal del más universal autor andaluz, que -estoy seguro- volvería a sentirse defraudado si conociese que los honores del centenario se los llevó aquel Platero cojo de 1914 que tanto le desagradó, mientras que incomprensiblemente su trabajado Platero de 1917, cien años después, pasa casi de puntillas ante quienes eligieron destacar el carácter infantil del otro Platero escogido para niños frente al profundo carácter social que encierra el Platero adulto de Juan Ramón. Ya lo dijo él mismo: "El que se encuentre un burro, con 150 pájinas en papel crudo, con pasta florida a dos pesetas, con el apodo Juventud, u otro de igual número de pájinas, con pasta gris, a 0,75, bajo el disfraz el libro escolar, devuélvalo a su dueño, Juan Ramón Jiménez, poeta, Madrid, porque es un burro robado".

A Juan Ramón alguien le ha robado el centenario de su verdadero Platero, aunque como él mismo escribió: "Platero rebuzna de nuevo. ¿Sabrá que pienso en él?".

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