Cultura

"Parece que está uno obligado a dar siempre en el mismo clavo"

  • El autor madrileño publica 'Ya sólo habla de amor', una novela sobre los fracasos sentimentales que representa un cambio de registro respecto a su obra anterior

Un escritor en los 40 e incapaz de olvidar a una mujer narra Ya sólo habla de amor (Alfaguara), la última novela de Ray Loriga (Madrid, 1967), antiguo enfant terrible de las letras españolas. El sexo, las drogas y David Bowie, viejas constantes, han dado paso a una voz que quiere ser más serena y que cuenta aquí la historia de Sebastián, el escritor náufrago, un tipo cuyo encanto reside en parte en no ser rico ni feliz. Durante una fiesta, mientras revisa obsesivamente su caja negra sentimental, decide enamorarse de una hermosa muchacha que baila. El libro, en el que muchos han visto un reflejo de las recientes andanzas sentimentales del escritor, es "una reflexión sobre los términos éxito y fracaso". "En el amor -precisa- el éxito y el fracaso se suelen medir por una especie de foto finish, cuando en realidad es un proceso. Me interesaba indagar en ese jardín; no la épica de la derrota ni el malditismo".

-Hay un cambio de registro, también de tono, respecto a sus otros libros. ¿Ha sido muy meditado?

-Es el fruto natural de muchos años. En Trífero y El hombre que inventó Manhattan, siendo diferentes, ya había otros registros, otros intereses literarios, incluso otros fraseos, otra voz. Y también otros referentes. A lo largo de mi carrera, porque llevo 20 años publicando, he intentado no pasar dos veces por el mismo charco. Un libro no surge de lecturas inmediatas.

-La distancia respecto a lo que se cuenta, el juego de espejos entre realidad y ficción, incluso la anécdota real de la que parte la novela (una invitación a dar una conferencia en Berna sobre Robert Walser), remiten a Enrique Vila-Matas...

-Bueno, es un escritor al que admiro y que es amigo mío desde hace 20 años. Hablamos mucho de literatura, y de hecho parte de nuestra amistad está basada en intereses literarios comunes...

-A pesar del título, la novela es también un ajuste de cuentas del narrador consigo mismo, y al mismo tiempo una especie de pliego de descargo. También parece querer usted jugar al despiste en alguna ocasión, ¿o no?

-Se trata del despiste propio de las paradojas de las emociones amorosas. La construcción del amor es la construcción de dos ficciones: la construcción del otro y la del yo. Estas dos ficciones a veces se rozan con la realidad, si es que la realidad existe en estos territorios. Uno de los temas centrales del libro es la reflexión sobre la construcción de un individuo observada por él mismo y sobre cómo los demás son los que crean el contorno y los límites de nuestras relaciones. En el libro el amor es también un motivo para hablar del juego de realidad y ficción y de cómo los dos lados del espejo se envenenan y se infectan.

-Ésta es su primera novela publicada por Alfaguara, que además ya reedita Tokio ya no nos quiere y Lo peor de todo. ¿Cómo cree que repercutirá en su carrera?

-Sin desmerecer a Alfaguara, que es una editorial con la que estoy contento, antes he publicado con Planeta y Plaza & Janés, o sea que no tengo la sensación de haber dado un salto. He estado en editoriales grandes. Mi percepción de mi trabajo viene muy marcada por mi publicación en el extranjero. Sí quería tener en una misma editorial un trabajo cuidado por un mismo equipo de gente.

-En un momento de la novela, el narrador dice que la ficción hace daño. Me gustaría saber si asume usted esta queja.

-No es muy original [se ríe]. Cuando eres escritor, tu vida se va orientando cada vez más hacia la ficción, es inevitable. Hay momentos en que la ficción no ayuda a relacionarte mejor con las cosas reales, incluso las hace aún más difícil.

-En la contraportada del libro se le define como "la estrella del rock de las letras europeas"...

-Es una frase que dicha por el New York Times suena todavía mucho mejor. Venía al caso de una crítica larga, había que leerla entera, y era una especie de presentación al público americano. Pero no me considero una estrella de nada.

-Lo que quería saber es si ese tópico, a la larga, le ha beneficiado o le ha perjudicado.

-En el mundo literario parece que estás obligado a seguir dando en el mismo clavo eternamente. Hace tiempo que siento que he roto esa tendencia, entre otras cosas, como dije antes, por la publicación de mi obra en diferentes países, donde la percepción de mi imagen es otra. Como escritor no me siento encerrado en ningún sitio. Por otro lado, no hay que engañarse, la cultura es también consumo. Todos tenemos un gesto que nos identifica: en el caso de Enrique [Vila-Matas] la autoficción, en el de Auster el azar, en el de Céline la locura... En fin, es inevitable y quiere decir que se está vendiendo tu trabajo. En ese sentido es bueno... y malo. Pero no lo miro con especial desagrado, ni me siento obligado a pelear contra esa imagen, más allá de lo que peleo con mi trabajo.

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