flamenco

Mairena y el Campo de Gibraltar, patio lleno de luz flamenca

  • Gran éxito artístico y de participación de Sea usté bien recibío, cita para la historia de la intimidad jonda

Mairena del Alcor y el Campo de Gibraltar hicieron al flamenco y a sus seguidores uno de esos regalos impagables que no se olvidan en toda la vida. En el patio de la Antigua Posada de la localidad sevillana se celebró Sea usté bien recibío, un encuentro jondo que congregó a lo mejorcito del panorama artístico actual en un escenario inigualable por único e histórico.

La organizadora de esta cita fue la Fundación Antonio Mairena, que contó con la colaboración de la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena, el Ayuntamiento de este municipio y la Sociedad del Cante Grande de Algeciras. Los cantaores algecireños José y Perico Lérida López, Los Pañeros, y el sanroqueño Fernando Canela demostraron bajo los toldos y entre las macetas de este patio que el sonido flamenco de esta comarca asomada al Estrecho levanta a los públicos allá donde se transporta y mantiene los cánones clásicos de una música sometida a múltiples peligros y vaivenes comerciales y de toda índole.

Sea usté bien recibío ha sido una original idea de la mencionada fundación, cuyo primer objetivo -cumplido con creces- fue el de devolver el cante, el toque y el baile a uno de sus espacios más genuinos: un patio andaluz. Es un lugar que ha mantenido la intimidad y la cercanía inherentes a estos sones durante siglos. Hasta que gran parte de ella se trasladó a otro tipo de escenarios, menos cálidos y personales, más distantes. El inevitable avance de los tiempos.

Pero, a solo dos años de adentrarnos en la tercera década del siglo XXI, no fue así el fin de semana pasado en la patria chica de Antonio Cruz García, Antonio Mairena (1909-1983), mito cantaor, investigador y recuperador de todos los tiempos. El presidente de la fundación, el flamencólogo malagueño Ramón Soler, explicó en los preámbulos lo que después ocurriría, que un recital que se celebra en un sitio donde cantara el legendario Manuel Torre (1878-1933) no puede ser sino una singular apuesta por la autenticidad y la historia. Así fue.

Había inscritos aficionados de Algeciras, Alcalá de Guadaíra, Sevilla, Málaga, Madrid... Gentes llegadas de sitios distintos y distantes para vivir un día peculiar. "Los artistas que están aquí son gente cercana. No los veremos en la portadas sobrevaloradas de papel cuché, traemos a artistas de verdad, hondos y flamencos", adelantó Soler antes de que tomara la palabra el arquitecto José María Morente, quien ofreció previa al almuerzo una amena y detallada conferencia sobre los patios como lugar de expansión y expresión flamenca.

Morente insistió en que si el repertorio es el yo y el entorno son las circunstancias, cerraremos entonces con claridad una ecuación en la que el patio aparece como sitio en el que el cante se daba y no se vendía: "El patio es fiesta y rito a la vez. Sacar el cante de las casas a las tabernas y de ahí a los cafés supuso que el flamenco empezara una de las múltiples transformaciones a las que se ha visto sometido a lo largo de su dilatada trayectoria".

La ponencia de Morente provocó que no se escuchara una mosca en la Antigua Posada. Ameno y cargado de ejemplos y anécdotas, encantó a los aficionados hasta culminar su narración con el recuerdo de un duelo de cantes que mantuvieron en el pasado los dos más grandes, Antonio Mairena y Pastora Pavón, la Niña de los Peines, quienes dirimieron públicamente sus tensiones con sus voces y su sabiduría hasta legarnos un espectáculo que quedó para la historia del flamenco.

Para esta cita, la Fundación Antonio Mairena no había seleccionado cantaores al azar. Todos se encuentran en plena efervescencia artística. Y pese a todo lo que ya han dicho en esta música, tienen aún muchísimo más que decir. Fue el caso de un Antonio Hermosín, de Alcalá de Guadaíra, que transportó a este rincón la emblemática soleá de su tierra llena de desgarro y de dolor, o de un José El Pañero que ocupa a buen seguro, hoy por hoy, el liderato de los intérpretes por tangos. Festero como es este cantaor de Algeciras, apareció en la localidad sevillana hipermotivado -aparte de que siempre deje el sello de su profesionalidad- por hacer vibrar al respetable con su cante y baile plenos de transmisión.

Fernando Canela rompió por seguiriyas. Vive una progresión impresionante. Su evolución no escapa ya a ningún seguidor de este arte. Perico El Pañero encendió la tarde por bulerías, un palo en el que es un consumado maestro. Y no le fue a la zaga el baile de la chiclanera Remedios Reyes, tan vibrante, tan majestuosamente elegante. Este conjunto de emociones, aderezado por las guitarras de Rubén Lara y José de Pura, solo encontró un leve lunar en la lesión que se produjo Antonio Córdoba, Remache, al bajar un escalón minutos antes de entrar en acción y que lo mermó un tanto en su baile. Una pena en mitad de una fiesta que se convirtió en un goce para los sentidos al poco de haberse iniciado.

Una ocasión irrepetible.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios