Cultura

Javier Barón consigue el Nacional de Danza en la modalidad de interpretación

  • En plena madurez como intérprete, el bailaor de Alcalá de Guadaíra recibe el máximo galardón español mientras el bailarín y coreógrafo neoclásico Juan Carlos Santamaría lo hace en la categoría de creación

El flamenco está de enhorabuena. Tras un año difícil, lleno de sucesos tan tristes como la desaparición, hace un par de meses, del Maestro Mario Maya, Francisco Javier Álvarez Rico, conocido en los escenarios como Javier Barón, ha recibido el Premio Nacional de Danza en su modalidad de interpretación "por su aportación al flamenco desde la danza española y por su dedicación a la investigación de estéticas en el flamenco, desde la ortodoxia y el conocimiento de este arte". Además, el bailarín y coreógrafo donostiarra Juan Carlos Santamaría recibió el mismo reconocimiento en la modalidad de creación.

El de Barón es el sexto Premio Nacional que consigue el flamenco en lo que va de milenio. Los otros han sido, cronológicamente: Eva Yerbabuena, María Pagés, Sara Baras, Israel Galván y Manuela Carrasco, miembro del jurado en la presente edición. Galardones merecidísimos, tanto para un arte tan vivo, complejo y pujante como es la danza flamenca, como en lo que respecta a Barón, tímido y humilde como persona, pero con una trayectoria artística realmente admirable.

Como casi todos los intérpretes del sagrado arte de la danza, la carrera de Javier Barón (Alcalá de Guadaíra, 1963) empieza de niño en su pueblo natal, con un primer trofeo infantil -digna de ver es la foto del momento, publicada en el libro de José Luis Navarro Tradición y vanguardia- que le despierta el "gusanillo" del baile y lo empuja hasta Madrid, donde un tío suyo le busca maestros -entre otros, Güito, Ciro, Rafael de Códova, Tony el Pelao o el mítico Faíco- y algunos tablaos donde confrontarse con el público y ganar algunas pesetillas, a pesar de sus pocos años. Poco después asombra con su arte al público de numerosos festivales andaluces y, tras ganar, en 1980, el concurso Gente Joven de TVE, comienza una carrera internacional que lo lleva a numerosos países.

En 1981 ingresa en el Ballet Nacional de España, dirigido a la sazón por Antonio Ruiz Soler. Durante los cinco años que estuvo en ella, la primera compañía nacional le aporta todo lo que le faltaba: disciplina, sentido escénico, conocimientos de clásico español y escuela bolera... Todo eso que, unido a una elegancia natural y desprovista de narcisismos y aspavientos, y a una técnica fuera de lo común, ha hecho de él uno de los más grandes bailaores jóvenes de su época, cosa que nadie discute cuando, en 1988, obtiene el Giraldillo del Baile de la Bienal de Sevilla con un jurado que incluía, entre otros, a Mario Maya y a Doña Pilar López. A partir de ahí se suceden sus apariciones en los principales escenarios del mundo, ya poniendo la sonoridad de los pies en discos de Gerardo Núñez o Carmen Linares, ya bailando, solo o con parejas como Milagros Mengíbar, Sara Baras -con la que triunfó en la Bienal de la Danza de Lyon de 1992-, Isabel Bayón y otras. Finalmente, en 1997, el bailaor funda su propia compañía y empieza a dar frutos como El pájaro negro, junto a Belén Maya y con la colaboración de Ramón Oller; Por aquí te quiero ver, con Israel Galván y Rafael Campallo a los sones del inolvidable Manuel Soler; Sólo por arte, del que nos queda aquella imborrable bulería por soleá que bailó con José Antonio; Baile de hierro, baile de bronce, dedicado a Vicente Escudero; aquella delicia lorquiana estrenada en la Bienal de 2002 -con dirección de Pepa Gamboa- titulada Dime o sus últimos trabajos: Notas al pie, Meridiana y Dos voces para un baile, con el que podrán verlo el 4 de marzo en el Festival de Jerez. Un merecido premio que ha llenado de satisfacción a todos los aficionados al baile.

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