Cultura

Impresionante 'victorinada' de la que Ferrera sale por la puerta grande

  • Toros serios y ofensivos, encastados y complicados, con dificultades, que no perdonan errores en una importante actuación del diestro extremeño

Una impresionante victorinada, con la que Antonio Ferrera abrió la Puerta Grande, y tanto López Chaves como Luis Bolívar levantaron también pasiones aunque sin suerte al matar, echó el cierre a la feria de La Magdalena.

Muy valiente y capaz, Ferrera se metió al público en el bolsillo, y sobre todo se merendó a sus dos toros a base de astucia y no dudar un instante. A los dos los banderilleó con solvencia, sobresaliendo los dos últimos pares al que abrió plaza, muy ajustados, de poder a poder uno y por los adentros otro. El primero se metía con descaro por el lado derecho. El mérito fue que en el segundo tramo de la faena el toro terminó tragando también por el pitón complicado. El cuarto tuvo un brindis significativo, al fotógrafo Curro Cano. El toro con mucha guasa, las manos por delante y gañafones a diestro y siniestro. Un auténtico barrabás. Pero otra vez ganó la pelea Ferrera con valor y aplomo. Una faena emocionante por lo firme y cabal que estuvo el torero, que, pese al pinchazo previo a la estocada, paseó la oreja que le puso en la Puerta Grande.

López Chaves hizo también un esfuerzo descomunal con un lote a contraestilo. Muy bien en su manso e incierto primero, toro parado, escarbador y mironcete, al que robó pases citándole muy en corto, encima y muy cruzado. Fue faena de angustia en el tendido por lo incierto del toro. Y parecido en el quinto, que se lo pensaba mucho, orientándose conforme avanzaba la lidia. Trasteo de auténtico corazón de león. Una pena que no resolviera con la espada.

Bolívar también se fajó una barbaridad con sus dos alimañas, a las que instrumentó sendas largas de rodillas. Su primero miraba por encima de la esclavina y echaba las manos por delante. Pero no se inmutó el colombiano, que volvió a la carga tras una tremenda voltereta al quitar la muleta de la cara antes de tiempo. Fue de un valor arrogante, sincero y muy efectivo. Dicho queda que si lo caza a la primera le corta una oreja con mucha fuerza. El sexto tomaba los engaños frenándose y rematando con la cara arriba. Al citarlo de largo se quedaba el torero al descubierto. De modo que, muy metido, buscándole el pitón contrario y los pases de uno en uno, Bolívar tornó las lanzas en cañas con unos naturales de extraordinario mérito. El presidente le quitó la oreja por la mala colocación de la espada, sin tener en cuenta que era faena de dos si mata bien. Pero la vuelta al ruedo final vale tanto o más que el trofeo denegado.

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