Cultura

Haneke arriesga (y pierde) en Cannes

  • El cineasta austriaco carga en 'Happy End' contra la falta de empatía de la sociedad actual

Michael Haneke aspira a ganar su tercera Palma de Oro.

Michael Haneke aspira a ganar su tercera Palma de Oro. / antony jones/ efe

Isabelle Huppert confía ciegamente en el austriaco Michael Haneke, Nicole Kidman se deja moldear por el griego Yorgos Lanthimos y la surcoreana Kim Minhee no se aparta de Hong Sang-soo. Happy End, The Killing of a Sacred Deer y The Day After, las tres películas donde aparecen, fueron aplaudidas ayer por la crítica del Festival de Cannes, aunque ninguna consiguió una ovación unánime.

A sus 75 años, Michael Haneke parece empeñado en no dar la espalda a la realidad y comienza y acaba su filme con imágenes grabadas con un móvil y destinadas a las redes sociales. "No es en ningún caso el tema principal", dijo el director de Funny Games, Caché, La cinta blanca o Amor. En la que para muchos entre los que asistieron al pase es una de sus películas más endebles, el austriaco se sirve, para hablar de esa falta de empatía, de una familia compuesta por el abuelo (el legendario Jean-Louis Trintignant), la hija (Isabelle Huppert) y el hijo (Mathieu Kassovitz) y la nieta e hija del último (espectacular Fantine Harduin). Es la perspectiva de la niña, una adolescente de 13 años, la que marca el ritmo de una historia que comienza con el intento de suicidio de su madre y su traslado a casa de su padre, que vive con su segunda esposa y el resto de su rica familia en una espectacular casa, llena de comodidades y criados. La mansión, además, está en la ciudad burguesa de Calais, en el norte de Francia, población que ha sido triste y habitual noticia en los últimos tiempos por la gran concentración de inmigrantes y refugiados que allí acampan.

"El asunto es principalmente nuestro autismo, nuestra forma de vida", explicó Haneke, que en esta Happy End vuelve a la carga con el tema de la eutanasia, como ya hizo en Amor, trabajo por el que logró su segunda Palma de Oro tras la obtenida por La cinta blanca. Otro tema clásico hanekiano, como las relaciones familiares sin afectos, se añade a esta obra en la que se propuso, dijo, "atravesar la vida con los ojos abiertos", ya que "no podemos hablar de la sociedad actual sin hablar de nuestra ceguera respecto a la vida real".

Nicole Kidman, la estrella más mediática de la jornada de ayer, protagoniza junto a Colin Farrell la provocadora, fría e incluso desagradable The Killing of a Sacred Deer, dirigida por Yorgos Lanthimos y centrada en un matrimonio de médicos, cuya perfecta vida familiar se ve alterada con la llegada de un adolescente. La solución a sus problemas pasa por algo tan irracional como el sacrificio.

"El sacrificio es algo que quería explorar", explicó en rueda de prensa un lacónico director griego de 43 años, que relacionó esa forma de morir con la justicia, las elecciones que uno toma y cómo el ser humano reacciona ante grandes dilemas. Kidman, que compareció ante la prensa sin Farrell, habló también poco sobre su personaje, una madre en extremo racional, pero sí aseguró que está en un punto de su vida en el que sólo trabaja en lo que cree. Le gusta ser audaz en sus elecciones y sólo quiere hacer cosas diferentes o trabajar con directores con un estilo único. Y sin duda alguna en esa categoría entra Yorgos Lanthimos, que ha entusiasmado a algunos y decepcionado a unos pocos, sobre todo porque su inquietante película no es de fácil digestión.

Por su parte, el prolífico director surcoreano Hong Sang-soo sigue dando vueltas al discurso amoroso con The Day After, una película en competición y rodada en blanco y negro que sigue a una joven (Kim Minhee) en su primer día de trabajo en una pequeña editorial. Hong estrenó además un segundo drama en Cannes, Claire's Camara, protagonizada por Huppert y mostrada fuera de concurso, que al igual que The Day After obtuvo una discreta acogida.

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