Cultura

Extraordinaria modernidad

  • Jaime Pena coordina para el Festival de Las Palmas un libro dedicado al 'boom' del Nuevo Cine Argentino

Siempre atento a los movimientos sísmicos del cine contemporáneo, el Festival de Cine de Las Palmas dedicaba en su pasada edición una retrospectiva al boom del Nuevo Cine Argentino (NCA), fenómeno cinéfilo que eclosionaba en 2008 después de una década de vida con la inclusión de hasta cinco películas de nacionalidad argentina en las diferentes secciones del Festival de Cannes: La mujer rubia, de Lucrecia Martel, Leonera, de Pablo Trapero, Liverpool, de Lisandro Alonso, Salamandra, de Pablo Agüero, y La sangre brota, de Pablo Fendrick. Fruto de esta retrospectiva, muy necesaria en nuestro país en tanto que buena parte de los títulos y autores de este NCA apenas han circulado entre nosotros (lo que no es el caso de ese otro cine argentino industrial con el omnipresente rostro de Ricardo Darín), aparece también este libro colectivo coordinado por Jaime Pena que intenta poner en orden la cronología, el desarrollo, las derivas y características del movimiento desde una perspectiva de urgencia y justo cuando, desde algunos ámbitos, se empieza a hablar ya de su ocaso o transformación hacia nuevos senderos.

Uno de ellos bien pudiera ser el que abre de manera apabullante el film cuyo título da nombre a este libro. No demasiado alejadas del espíritu torrencial y fantástico de la escritura de Poe (pero también de la de Borges o Bolaño), las Historias extraordinarias de Mariano Llinás, película-acontecimiento, parecen indicar desde su independencia y posibilismo de producción y un fascinante regreso a la narración una nueva vía de salida y regeneración para el minimalismo estilístico y el realismo de nuevo cuño que ha caracterizado buena parte de la producción del NCA.

Inaugurado por títulos como Rapado (1992), Historias breves (1995), Labios de Churrasco (1994), Pizza, birra, faso (1998) o Mundo Grúa (1999) y por nombres como Martín Reijtman, Pablo Trapero, Raúl Perrone o Israel Adrián Caetano, casi todos ellos salidos de la universidad y las escuelas de cine, el NCA irrumpía como recambio generacional y formal (bajo el signo de la austeridad y los bajos presupuestos que dan lugar a "nuevos personajes, nuevos lugares, nuevos conflictos y nuevas estéticas") dentro de un cine argentino acomodado en las dinámicas y rutinas de una industria controlada por la oficialidad sindical, el poder de los directores veteranos (Oliveira y Subiela como síntoma de la decadencia) y una inflexible dinámica de ayudas institucionales desde el INCAA que apostaba por la consolidación del status quo. Amparado por el Bafici ("un festival que se parece a sus películas"), reivindicado por nuevas revistas y foros cinéfilos como El amante u Otrocampo, glosado por excelentes críticos como Quintín, Filippelli, Oubiña o Wolf, y proyectado desde los festivales (de Sundance a Rotterdam), instituciones y fundaciones internacionales, el NCA lleva una década reivindicando la singularidad de sus poéticas y haciendo alarde de una modernidad extemporánea (que, de camino, recupera a veteranos francotiradores como Leonardo Favio) en sintonía con nuevas escrituras contemporáneas y completamene ajena a los acartonados modelos del cine industrial.

Por las páginas de este libro circulan los nombres y las películas de los grandes autores del NCA (Rejtman, Martel, Trapero, Alonso y Llinás cuentan con capítulo propio), pero también los de otros cineastas que despuntan en una segunda línea de frente como Sapir, Piñeiro, Murga, Carri, Lerman, de Oliveira, Rotter, Villegas, Moreno, Fund o Ferrari. Hay espacio también para esos cineastas que han nadado en aguas intermedias como Daniel Burman, definitivamente integrado en un modelo industrial exitoso y exportable que se configura como un nuevo mainstream ajeno al riesgo formal del NCA.

Se pone uno un poco soñador al pensar que en nuestro cine pudiera surgir una generación como ésta.

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