Cultura

Emmanuelle Riva, entre dos amores

  • Fallece en París a los 89 años la protagonista de 'Hiroshima, mon amour'

Emmanuelle Riva, en 'Hiroshima, mon amour' (1959) de Alain Resnais.

Emmanuelle Riva, en 'Hiroshima, mon amour' (1959) de Alain Resnais.

La carrera de Emmanuelle Riva, fallecida el sábado a los 89 años, se inscribe entre dos amores de ficción, aquel de Hiroshima, mon amour (1959), Resnais y Duras, en el que su personaje vivía un romance entre las ruinas y cenizas del recuerdo trágico, y el que lo unió a Jean-Louis Trintignant en Amor de Haneke, en un personaje precisamente aquejado de alzhéimer que le reportó el César y su única nominación al Oscar con 85 años.

Aquella fundacional película de 1959 traía al cine a una nueva mujer, autoconsciente y herida, anhelante y libre, por más que su idilio fugaz con un arquitecto japonés no hiciera más que rememorar la pérdida de otro amor prohibido durante la guerra. En Hiroshima, Riva encarnó con desgarro y dio voz íntima a una mujer lúcida y frágil que iba a conformar uno de los nuevos modelos femeninos que la nouvelle vague conquistó: mujeres con "control sobre el punto de vista, que se revuelven en busca de una cierta verdad, que dejan de ser iconos cosméticos para encarnar modos de ser y existir" (Font).

Ya en la vejez, Haneke quiso recuperarla como icono vivo de aquella época, aferrándose al deterioro mental de su personaje como metáfora no sólo de la pervivencia del amor en el seno de la pareja, sino como cuerpo con experiencia y memoria sobre el que ha descansado el periodo de mayor esplendor del cine europeo. La Riva era algo mayor y tenía un aire más clásico y melancólico que otras compañeras nuevaoleras, tal vez por eso no hizo tanta carrera como icono generacional y encajara mejor con otros estilistas menos apegados a lo contemporáneo: con Pontecorvo en la controvertida Kapó, donde el eco de su personaje de Hiroshima resonaba con fuerza en los campos de exterminio; con Melville en Léon Morin, sacerdote (1961); o con Franju en Thérèse Desqueyroux (1962), papel con el que ganó la Copa Volpi en Venecia.

Ya en su periodo de madurez fue requerida, tal vez desde el recuerdo mítico, por los directores de nuevas y sucesivas generaciones: Garrel en la doliente Liberté, la nuit (1983); Bellocchio en Gli occhi, la bocca (1982); Kieslowski, en Tres colores: Azul (1993); o, más recientemente, Julie Delpy, en Le Skylab (2011).

Emmanuelle Riva deja también en su currículo numerosas incursiones en el teatro, donde, desde mediados de los años 50, representó cerca de una treintena de obras de clásicos como Eurípides, Shakespeare o Molière y de contemporáneos y amigos como Pinter o Duras.

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